Casi tres meses después de que naciera nuestra hija Júlia, me dispongo a plasmar por escrito lo que sentí ese 24 de noviembre. Ese día no sólo fue el día que me puse de parto, sino fue el día que empezó mi nueva vida, mi vida como madre. Mientras voy escribiendo, veo a mi hija dormir, y a pesar de que he estado en muchos países, he visto paisajes preciosos, atardeceres inolvidables… esta visión es la más bonita que he presenciado nunca.
Y es que ser madre, es algo que quería, pero ahora me doy cuenta que realmente es algo que deseaba con toda mi alma. Antes de quedarme embarazada, preparé mi cuerpo, ya hace tiempo que empecé a cuidar mi dieta, hacer ejercicio, descubrí la cosmética bio y poco a poco fui haciendo cambios, para sentirme mejor conmigo misma y sobre todo para preparar mi cuerpo, para crear vida. Soy amante de la prevención, me encanta tratarme con osteopatía, darme masajes, realizarme baños con sal… en fin, me gusta relajarme y sentirme bien. Mi gran osteópata, después de decirle que llevábamos un par de meses con el gran proyecto de buscar un bebé, me dijo que tenía que preparar la casa para ese bebé, que tenía que hablar con mi útero (la casita del bebé durante 9 meses), meditar, y en definitiva preparar ese espacio para que estuviera en las mejores condiciones posibles. Y eso hice, durante todo un mes, dediqué unos minutos a hablar con mi útero. Me sentía rara, nunca lo había hecho, mi marido, pensaba que me estaba volviendo loca… pero me daba igual, yo seguí haciéndolo cada día, hasta que casi dos meses después, tenemos la gran noticia: ESTABA EMBARAZADA!! Antes del embarazo yo ya sabía que iba a parir en casa, nunca me he puesto gravemente enferma, no me gusta tomar medicamentos, no me gusta ir al hospital, el olor, el color de las paredes… yo quería recibir a mi hija en un sitio cálido, en un ambiente íntimo y tranquilo, y lo mejor de todo que mi marido compartía esta idea. Así que, a la semana de saber que estaba embarazada, pedí cita con Inma Marcos, del equipo de “Néixer a casa”, tenía también claro que tenía que ser con ella. Soy osteópata y durante mucho tiempo una bellísima persona que venía a mi consulta, me explicaba maravillas de su tercer parto, los dos anteriores fueron cesáreas innecesarias. Así que gracias, por descubrirme este mundo y este gran equipo de comadronas. El resto del embarazo, cursó genial, a pesar del estrés que estuve sometida, por causas laborales, mi cuerpo se iba adaptando perfectamente a este cambio, hablaba mucho con mi hija y ella decidió venir al mundo el día 24 de noviembre de 2014, cuando estaba de 37 semanas y un día.
Cuatro días antes Inma y Luci vinieron a casa por primera vez, e Inma no se equivocó, estaba a punto de caramelo. Y efectivamente, a los dos días perdí tampón mucoso, pero como tampoco es señal de parto inminente, no le dí importancia. Seguí con mi vida normal. El domingo estuve todo el día para arriba y abajo, de visita en casa de mi abuela, luego con las amigas… cena por ahí. Llegué a casa y sin ningún tipo de contracción, sólo un poco cansada del ajetreo. Nos quedamos hasta tarde en el sofá de casa viendo la peli de “Los juegos del hambre” que terminó sobre la una de la mañana. Al día siguiente tenía que madrugar, el despertador nos iba a sonar a las 7:00h, así que me fui a dormir, pensando, bufff debería bajar ya el ritmo… Una hora después, una contracción me despertó. Pensé uy, esto es un aviso que me hace Júlia, le dije, sí sí, tienes razón, bajo el ritmo y me dispuse a seguir durmiendo. Pero al cabo de unos minutos, otra contracción. Eran fuertes pero no eran muy molestas, duraban unos segundos y estaban espaciadas varios minutos, así que seguí sin darle importancia. Guille se despertó y le pedí que calentara el saquito de semillas para colocármelo en la zona lumbar, ya que me resentía un poco. Y otra contracción… Perdí un poco la noción del tiempo, de hecho mi sensación era que las horas pasaban volando y yo sólo pensaba, bufff y mañana madrugo… ilusa de mí… Una de las cosas que nos enseñaron en el curso de preparación al parto, era si teníamos duda de si estábamos de parto o no, que llenáramos la bañera con agua caliente. Eso hicimos. Mientras, mi marido se descargó una aplicación en el móvil para ir contando las contracciones. Duraban entre 30 y 45 segundos y eran cada 10 minutos aprox. Una vez en la bañera, todo siguió igual, nada se detenía. Ahí empezamos a darnos cuenta, de que nuestra hija ya quería conocernos. Llegó un punto que el calor de la bañera me empezó a agobiar, salí, e hice pis. Una vez fuera, cogí la pelota y me puse en cuadrupedia y apoyada a la pelota. De repente, otra contracción y un mal estar… me entraron ganas de vomitar, no me dio tiempo a llegar al baño. Vomité en el suelo y en la pelota. Guille corriendo a limpiarlo todo, yo en mi mundo en el suelo a cuatro patas, me sentía muy bien. Volví al baño y volví a hacer pis, al acabar y levantarme, noté un líquido caliente que bajaba por la pierna. Será que he roto aguas no? Le pregunté a mi marido, pero tan poco?? Me tranquilizaba que las aguas eran claras con un poco de sangrado, cosa que sabíamos que era normal. Miramos el reloj, ya habían pasado dos horas, decidimos llamar a las comadronas, Inma con tan sólo oír mis gritos en la contracción ya tuvo claro que estaba de parto. Mientras Guille fue a preparar el salón (puso los plásticos en el sofá, tapó la alfombra, retiró la mesa, encendió las velas, la música… guauuu estaba precioso el salón). Yo estaba en el salón, me sentía tranquila, cada vez que venía una contracción, sentía un dolor en las piernas terrible, pero era un momento, luego descansaba. Fui probando diferentes posturas, pero la que estaba más cómoda era de cuatro patas apoyada con los brazos en el sofá, a ratos tenia frio, a ratos calor. Volví a vomitar, esta vez Guille tenía el cubo preparado y no lo puse todo perdido. Apenas me enteré cuando llegaron las comadronas, de repente noto la presencia de Inma y como le dice a Guille que ya estaba casi dilataba por las señales que veía en mi espalda, ya tenía la línea púrpura casi al 100%. Todos me mimaban y seguían mis órdenes, enciende estufa, apaga estufa. Intentaba descansar entre contracción y contracción, apoyando la cara en el sofá. Marieta y Guille me iban haciendo masajes en la zona lumbar y en la pelvis, me relajaban mucho, pero las piernas me dolían, tenía la sensación que no me aguantaban. Yo seguía en mi mundo, oía voces, pero eran como susurros, también estaba la música de los mantras que una amiga mía doula me había recomendado, estaba tranquila, pero ya tenía ganas de ver a Júlia. Inma me propuso cambiar de posición para ver si descansaban mis piernas, así que me estiré de lado en el sofá, mi marido me sujetaba la pierna de arriba cada vez que tenía una contracción. Sentí su apoyo en todo momento, me dio mucha seguridad y tranquilidad, pero también me dejó mi espacio. No acababa de estar cómoda así que volví al suelo, pregunté cuanto faltaba, que estaba ya cansada. Inma decía que esto estaba a punto, que iba muy bien. Me propuso hacerme un tacto yo misma, y eso hice. Con mucho cuidado y un poco de miedo me introduje un dedo por la vagina y fue sorprendente notar la cabecita de mi hija… bufff ya estaba allí, era cuestión de un último esfuerzo. Me dio muchas fuerzas, sentirla. Pregunté por la piscina de partos, que porqué no la preparaban, y me dijeron, que ya no daba tiempo, que Júlia llegaba antes, no me lo acaba de creer ya??? Cuantas horas han pasado? Mucho o poco? Había perdido la noción del tiempo. Finalmente tenía que anular los compromisos del lunes, ya que no iba a poder ir, empecé a ser consciente del cambio que iba a producirse, ya era inminente. También llegó Luci, que vino un poco más tarde, pero apenas me enteré, llamó al timbre? Ni idea, yo seguía como ausente. Me ofrecieron la silla de partos pero no estaba cómoda por la molestia de las piernas, parecía que no acaba de encontrar la postura. Finalmente Inma me dijo que me pusiera en pie, yo no lo veía claro, ¿me aguantaran las piernas?, apóyate en Guille, cuélgate de él. Y eso hice. De repente noté un “plash” y como algo caía al suelo. Grité, ¿Qué ha caído? ¿Qué ha pasado?, me tranquilizaron, había roto aguas, fue un charco enorme, me sentía los pies mojados y de repente sentí como me partía en dos y el famoso “aro de fuego”, recuerdo que grité con toda mi alma “me arde el coño”, una parte de mi cerebro pensó en los vecinos, pero fue un segundo, luego pensé da igual, esto ya está, que piensen lo que quieran los vecinos. En 8 minutos de expulsivo, nació Júlia a las 7:43 de la mañana, fueron tres pujos intensos, grité de dolor, mi marido gritaba que no podía ver nada porque al estar de pie no veía nada, yo grité me da igual, yo tampoco veo nada, tú no te mueves!!!! Y por fin salió, quería cogerla rápido y llevarla al pecho, quería abrazarla, no podía esperar más, el dolor había desaparecido por completo, solo podía pensar ya ya ya, lo hemos conseguido, ya está aquí. Todo pasó muy rápido, la niña venía con una vuelta de cordón al cuello y al brazo, entre Inma, Guille y yo la sujetamos y la desliamos, y pude por fin abrazarla. Nos tumbamos en el suelo, los tres abrazados. Fue un momento mágico, lleno de amor, de felicidad, no tengo palabras para poder expresar lo bien que me sentía. No tenía dolor, no estaba cansada, me sentía con una energía inmensa… bufff impresionante. Para estar más cómodos, me estiré en el sofá con mi niña en el pecho, mi marido al lado llorando. Las comadronas desaparecieron, sólo estábamos los tres, conociéndonos, abrazándonos, contentos de haberlo logrado, nuestro parto soñado… Al cabo de un rato, vinieron a revisarnos, el cordón ya había dejado de latir, mi marido fue el encargado de cortarlo. Luci me acompañó mientras expulsaba la placenta, después de revisarla, nos prepararon un zumo de naranja con un trocito de la placenta, un cóctel hormonal para ayudar a mi recuperación. Brindamos Guille y yo (él también tuvo su pequeña ración). Después de examinarme y de dejarnos tiempo para empezar la lactancia, como Júlia no se cogía el pecho y yo estaba perdiendo bastante sangre, decidieron que tenían que coserme ya. Me había rasgado el labio externo de arriba abajo. Mientras Guille hizo piel con piel con Júlia. A pesar de que costó mucho instaurar la lactancia, ya que a Júlia le costó coger el pecho, puedo decir que fue todo maravilloso, mucho mejor de lo que había soñado. Me sentí mujer poderosa, fuerte, estaba orgullosa de haber aguantado el parto, yo sabía parir y mi hija sabía nacer. Finalmente, Guille abrió el jamón reservado para Navidad y nos preparó un gran desayuno para coger fuerzas, fue una gran celebración, había muy buen ambiente, se respiraba felicidad. Agradecer al equipo (Inma, Luci y Marieta) por su acompañamiento, en el embarazo, parto y sobretodo post-parto. Tuvimos muchas dificultades con la lactancia, pero gracias a su apoyo, a su presencia en el post-parto, logramos superar todas las dificultades (que fueron muchísimas) y por fin, puedo estar feliz de que todos mis sueños se han cumplido, y estoy disfrutando de una lactancia maravillosa, no tiene precio ver la carita de mi hija cuando la tengo en mi regazo y toma el pecho, es un momento de ella y mío, y sólo de ella y mío. Agradecer a mi marido por su gran apoyo, por su presencia, por su saber estar, por acompañarme en este gran viaje! También dar las gracias a mi familia, por respetar mi decisión de parir en casa, por no juzgarme, por no intentar hacerme cambiar de opinión y sobre todo por apoyarme y creer en mí.