[:es]Mi primera experiencia con la maternidad la tuve en octubre del año 2002, me quedé en estado muy ilusionada pero quince días después de confirmar que iba a ser mama perdí el bebé, fue una experiencia difícil porque me sentía culpable, pero menos de un mes más tarde, una noche alocada, concebí a mi primera hija Andrea.

Esta vez el embarazo transcurrió sin problemas, salvo malestares varios como ardor de estómago, dolor de espalda, variz vaginal y altibajos emocionales, engordé 12 kilos.

Elegí el equipo médico que considere el mejor y creí ciegamente en ellos, en la semana 34 mi niña estaba en podálica, su cabecita estaba encajada bajo mis costillas dificultándome la respiración y fue la primera vez que me vaticinaron una cesárea, recuerdo que lloré mucho porque nunca había contemplado esa posibilidad, me dijeron que era mejor opción que un parto vaginal ya que no me enteraría de nada, la niña saldría más guapa y ninguna de las dos sufriríamos; lo único que hice fue esperar confiada a que algo cambiase, no me plantee informarme ni buscar alternativas, no me ofrecieron ninguna y yo confié en que los profesionales guiaban mi parto sin sentirme parte activamente responsable de él.

En la semana 37 me programaron la cesárea, recuerdo acudir al ingreso sin alegría, sentía que iba a operarme….llegué a la clínica, pase por admisiones ingreso, hice trámites, me puse la bata, el enema, y espere a que me llevaran, me prepararon y empezó la operación, recuerdo llorar, los últimos minutos que me dejaron con mi marido en la sala fría e inmaculadamente blanca, luego me despedí, me ataron, tenia tanto miedo…y nadie hablo de mi bebe de mi nacimiento sino de sus vacaciones a esquiar, mi gine si me dedico una sonrisa y unas palabras antes de empezar: cuando quieras darte cuenta tendrás a tu hijita, es un momento de nada, recuerdo la presión, mi mirada estaba fija en el relajo del techo, mirando el segundero como iba avanzando, la niña no salía, la estiraron de un pie, el médico estiró fuerte y me zarandeaba bruscamente, no quiere salir la cabrona! Y note como me abrían el corte algo más…después de unos movimientos brutales la arrancaron tal cual de mi y me la enseñaron, no la reconocí como propia, no sentí nada, “es mía?” fue lo primero que dije,  “hombre, mía no es!” qué guapa era pero que ajena a mía la sentía…

Se la llevaron, la arreglaron con su papa delante, luego acabaron conmigo y me llevaron a planta, allí estaba mi niña con todos los familiares, recuerdo que mi padre fue el único que preguntó por mi y que mi primera frase al salir de quirófano fue: “una y no más…” Afortunadamente en cuanto entré en la habitación cogí a mi niña y no me separé de ella, me la puse al pecho a pesar de que me recomendaron no hacerlo porque la recuperación de la cesárea iba a ser peor, pero no iba a consentir que también me robaran esto…la lactancia inició el vínculo con mi bebe y así seguimos hasta los dos años.

Mi recuperación física fue muy dura, a pesar de no tener complicaciones, no pude caminar en 15 días, me mareaba muchísimo y me dolía a horrores incorporarme, cicatrice en queloide y me picaba, no podía mirarme la cicatriz, tampoco cicatrizó bien la interna, porque nunca llegue a mirarla…

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Tardé 7 años y 7 meses en tener a mi segunda hija. Esta vez recuerdo concebirla en un viaje a Amsterdam, estaba tan contenta. Tenía claro que no me llevaría el mismo equipo médico porque ya me habían dicho que con una cesárea, la segunda cesárea también, así que busqué uno próximo a casa y del que me habían hablado muy bien, tenía referencias fiables con partos vaginales. Le advertía desde el minuto uno de mi cesárea anterior y de mi intención de tener un parto natural (en esos momentos para mi natural era igual a vaginal y no a prescindir de epidural), tras conocer la causa de mi anterior cesárea y la buena evolución no puso objeción ninguna. El embarazo transcurrió sin problemas salvo el ardor de estómago, hasta que en el último trimestre apareció la diabetes gestacional, así que un régimen tan estricto que me hizo pasar hambre y en lugar de ganar peso perdí 4 kilos en los últimos 3 meses, en total 6 kilos y medio de embarazo.

Conforme nos acercábamos a la recta final empezó a aparecer el concepto tiempo, si dilatas rápido, no vaya a ser que tardes y te reviente la cicatriz del útero, y en tu caso no podemos acelerara el proceso con oxitocina (menos mal…). Dos días antes habían empezado las contracciones fuertes nocturnas que ya no me dejaban dormir pero se ralentizaban durante el día, el día 3 de marzo las tuve todo el día, recuerdo que llevé un día de auténtico estrés andando sin parar por toda Barcelona,  sobre las 20h llamé a mi gine para explicarle, ella me preguntó si podía aguantarlas y le dije que por supuesto, entonces me dijo que fuera al día siguiente a monitores, pero al cuarto de hora me llamó diciendo que acudiera a la clínica porque tenían que controlarme al tener una cesárea y que no comiera nada, tenía la cena en la mesa y muuuucha hambre porque no había merendado, -“nada?” –“nada” , con mucho miedo y pocas ganas acudí al hospital, tacto: cuello muy cerrado, me monitorizan y me dejan allí en una camilla de lo más pequeña y estrecha, incomodísima, me dolía la espalda entera, vino mi gine acompañada de otra del equipo, me hizo un tacto: dilatada de centímetro y medio, su compañera tenía claro el veredicto: cesárea porque estaba muy verde, me dijo que yo no tenía cara de estar de parto, que la niña estaba muy arriba, que no iba a soportar las contracciones, que no podía imaginar el dolor tan grande que suponía una contracción en un útero cesareado, que me arrastraría por el suelo como un perro malherido suplicándole cesárea porque yo antes vomitaba a mi hija, tenía más probabilidades de sacarla por la boca que por la vagina, a pesar de eso me mantuve firme y le dije que seguía con mi intención de parir a mi hija y que, hasta que no se dieran esas circunstancias y no me arrastrara por el suelo no pediría cesarea, me mostré firme y orgullosa y ella me miró con desprecio enfadada porque le estaba haciendo perder el tiempo, mi gine le dijo que me dejara si quería intentarlo y ella marchó hecha una furia…

Me quedé sola, en búsqueda de alguna palabra alentadora, toda mi seguridad no era más que fachada, por dentro estaba llena de dudas, me ingresaron en planta y me dejaron allí, al principio pensé que alguien vendría a guiarme pero no apareció nadie, me tumbé en la cama, hice caso a mi marido que me mandó descansar mientras él dormía en el sillón de al lado, sola, asustada e insegura iba soportando unas contracciones que cada vez me dolían más, que no deseaba y que temía, cada vez eran más seguidas e intensas, estuve soportándolas cada tres minutos, postrada en la cama, arañando las sábanas tensando la boca, llorando, así unas 6 horas, rogué un calmante y no me dieron nada porque la gine no lo había pautado, supliqué una buscapina porque pensé que me relajaría los músculos y ayudaría a dilatar, no sentí alivio, cuando mi cuerpo deseaba levantarse, mi dormido marido me decía que me tumbara pensando que era lo mejor para mi, dos horas después mi cuerpo temblaba sin control, estaba mareada e hiperventilaba, rogué que viniera la comadrona, otra hora más y llegó; eran las seis de la mañana del día 4 de marzo cuando llegó y con cara de fastidio por haberla hecho venir una hora antes me bajaron a sala de partos, camilleros que me reñían por respirar así, por temblar, tacto y veredicto: dilatación de centímetro y medio, en ese momento toqué fondo, mi mundo se hundió, mis esperanzas desaparecieron, me sentí frustrada y me derrumbé emocionalmente, había perdido… vinieron las gines, -“ves ya te lo dije, contenta? Ahora si podemos hacerte la cesarea?” no contesté sólo lloraba: rotura bolsa, anestesista me pone la intradural enfadado porque no dejo de temblar, me atan, la anestesia entra tan rápido que me entran ganas de vomitar, estoy atada y no puedo moverme, me giran la cara y vomito, dos veces, me siento tan humillada… lloro y lloro durante todo el proceso, ellas ríen y hablan de sus cosas, pido la mano de una enfermera que me la da y yo le agradezco enormemente esa mano amiga, me enseñan a mi niña y creo morir de felicidad, siento tanto amor que me desborda, me la enseñan y se la llevan, mientras me cosen y me dicen que les agradezca la cirugía estética que me están haciendo y gratis! Yo solo quiero a mi niña; cuando acaban me la dan, voy a la habitación con ella y ya no me separo ni un minuto de ella.

Sin título

Es agosto de 2010, cinco meses después, cuando me doy cuenta que no puedo superarlo, cuando lloro con toda la intensidad, por el parto robado de Andrea y de Èrika y empieza mi búsqueda de explicaciones, de comprensión, de esperanza…es entonces cuando doy con EPEN y ApoyoCesareas y mi proceso de sanación comienza al lado de tantas mujeres que me comprenden y que han sufrido como yo.   A principios de Febrero me quedó de nuevo embarazada, ahora ya estoy informada y se lo que quiero, así que decido acudir a la consulta del gine más respetuoso que está dispuesto a apoyarme en el intento de PVD2C, todo va muy bien y, aunque tiene un humor un tanto extraño, congenio bien con él, espero con ansia la segunda eco, de las 12 semana, durante la eco el doctor se pone tenso, cambia su semblante y se pone extrañamente serio, le pregunto que ocurre pero no me contesta, sigue observando, mirando, presionando con fuerza mi vientre y yo, cada vez más preocupada le interrogo con miles de preguntas y no recibo ninguna respuesta, solo el silencio y una fría frase: “ya puede vestirse” pero? No me contesta y se marcha, me visto y voy a su mesa le pregunto enfadada, -“me va a decir ahora qué está pasando?” me extiende el papel, mudo, y yo le increpo: “no, dígame a la cara qué pasa” –“el corazón de su bebe ha dejado de latir” entonces todo se nubla y corro a la calle y lloro desconsoladamente. Lo que sigue es un infierno, decido manejo expectante, son diez días los que transcurren con mi bebe muerto en mi interior, 11 de mayo por la noche, todo empieza, por primera vez paro a mi bebe en la intimidad de mi lavabo, con fuertes dolores y una gran hemorragia que no cesa en dos horas…acabo extenuada de dolor y muy débil.

Al día siguiente me visita mi gine, me dice que está todo limpio pero que me ponga en contacto con él si sucede algo, salgo de consulta y acompaño a mi marido al gestor, allí empezó a sentirme muy mal pero no digo nada, me voy sola al servicio y ahí empieza una gran hemorragia, en lugar de pedir ayuda, limpio y limpio el lavabo para que nadie se entere pero cada vez estoy más débil, salgo sin decir nada, con un tapón de papel de W.C., y en la calle le digo a mi marido, me obliga a llamar al doctor y yo no quiero, pero estoy sentada en un banco, con una hemorragia que no cesa y todo el mundo me mira, accedo, el me dice que nos vemos inmediatamente en la clínica y yo no quiero ir, pero el me dice que es mi vida la que corre ahora peligro, así que e dejo llevar, y no dejo de llorar tooodo el tiempo, he comido y no pueden intervenirme, pierdo tanta sangre que no dan abasto, a pesar de la vía y del suero glucosado cada vez pierdo más fuerza, hasta que sólo me queda un hilo de voz para decirle a mi marido que me despida de mis hijas y les diga que las quiero mucho y las cuidaré desde donde esté, ya solo recuerdo que me llevaron corriendo a quirófano, que me ataron a pesar de que les rogué como pude que no lo hicieran, otra vez no… Todo fue muy rápido esta vez, pero salí tan vacía de aquel quirófano… la recuperación fue peor, al día siguiente solo podía estar tumbada y a oscuras, mi marido me decía que así estaba entrando en una depresión y que tenia que obligarme a salir, que siendo psicóloga no entendía porqué no reaccionaba, pero no tenía fuerzas, ya no psíquicas sino físicas, sentía que algo me estaba pasando así que llame al doctor y le expliqué mis dolores, mi imposibilidad de ponerme en pie y de ver la luz su respuesta fue y que me tomara un Valium, así que decidí que quizás ambos tenían razón y que debía superarme a mi misma, accedí entonces a los planes que mi marido tenía para mi, sábado: día entero de salón de automóvil, domingo: paseo por Sitges con las niñas, esta vez no pude,  tuve que volver al coche nada más poner un pie en la calle…

Al día siguiente acudí a consulta, no lo veía claro y lo que me encontré fue una gran bronca y un diagnóstico claro: pérdida de líquido cefalorraquídeo, el anestesista me había dejado un poro abierto, “ya te dije que era el segundo más bueno y sólo habían dos”.   Un mes más tarde acudo a un encuentro que algunas de AC hicimos en casa de una buena amiga, allí tuve la oportunidad de hablar de cerca con Inma, aquella comadrona a quien había oído relatar su experiencia en el encuentro ocho meses atrás, esta vez le pregunté algo que mi último ginecólogo me aseguró tajantemente, al plantearle la posibilidad de parir en casa sobre parir en casa: “tu ni hablar, nunca”, Inma me contestó segura y serena : “y porque no?” a lo que respondí llorando emocionada, sintiendo que alguien creía en mi, algo cohibida le pregunté si ella podría atenderme, a lo que me respondió sonriendo ”claro que si!” recuerdo experimentar una felicidad tan grande que me abrió los ojos, yo iba a intentar parir con aquella mujer que confiaba en mi y no quería volver a ver al hombre que me había atado e intervenido en quirófano.

Dos meses después estaba embarazada y, aunque el principio fue muy duro, ya que no acepté que lo estaba hasta pasada la eco de las 12 semanas y oí su corazón latir bien fuerte, a partir de ese momento ya pude empezar a disfrutar de mi embarazo. Éste transcurrió muy bien, salvo por el ardor de estómago y un reflujo gástrico continuo que me impedía dormir tumbada y me obligó a medicarme, ni rastro de la tan temida diabetes, engordé unos diez kilos, ansiedad hacia el final como suele pasarme, se acercaba mi fpp: 9 de mayo de 2012, un día antes de que, un año atrás, dejara ir a mi bebe espíritu…

Y aquí empieza mi relato más detallado de los días previos al nacimiento más intenso y emotivo que he perseguido, andando entre risas, llantos, reflexiones, el camino de un enriquecedor aprendizaje, junto a personas maravillosas, una gran oportunidad que la vida me ha concedido.

Lunes 30 de abril de 2012

Algo empieza a animarse por aquí dentro, estas contracciones aun son agradables y breves, incluso su intensidad me resulta maravillosa, aumentan de noche para disminuir de día, cuando el sol cobra fuerza, las deseo, siento que ya falta menos para ver a mi pequeña Ivette…

Miércoles 2 de mayo

Hoy cumplo 39 semanas, siguen las contracciones,  a veces más intensas y otras se disipan, son irregulares todavía aunque cada vez algo más dolorosas. Sigo con mis rutinas (colegio de Andrea, extraescolares, empresa…) Tengo visita con Inma y estoy que no quepo en mi de la emoción; me toca la barriga, la bebita está encajada, lo imaginaba por las punzadas y el gran peso que siento en el pubis; en cuanto pone su mano en mi vientre sobreviene una contracción, me dice que estoy muy reactiva y que el parto está cerca! Me augura que no pasaré del fin de semana!!! soy tan feliz…

Viernes 4 de mayo

Hoy estoy muy nerviosa, las contracciones no han cesado ningún día desde el lunes, mañana es la comunión de Andrea y no se si llegaré, no quise cambiar la fecha porque preferí dejar que todo fluyera, pero ahora me siento insegura, y si sucede en la Iglesia? y si tengo que irme? y si no aguanto el dolor? y si….? Me paso la noche debatiéndome entre ir a la peluquería el sábado o no, mi marido, Javi, no puede llevarnos por trabajo y mis contracciones a veces son tan fuertes que temo coger el coche y conducir hasta Barcelona. Mis amigas me aconsejan no ir, Andrea no quiere ni oír hablar de que la peine yo, Javi se angustia solo de plantearse llevarnos, no se que hacer, las hormonas no me permiten ver con claridad, deambulo entre una decisión y otra…

Sábado 5 de mayo

Decido no ir, no he pasado buena noche y me estresaré mucho mas si voy, sugiero a mi madre que vaya en mi lugar y se lleve a Andrea, finalmente Javi hace un esfuerzo y las acerca a las dos. Yo me quedo en casa con Erika, que alivio! un bañito, mascarilla, manicura casera… cuando llegan, preciosas, yo ya casi estoy lista. Tengo que sentarme durante casi toda la celebración y clavar mis uñas en el banco para no emitir sonido alguno con cada contracción. En el restaurante, no consigo mantener un diálogo,  tengo que dejar las frases a medias para respirar y poder sobrellevar mejor la contracción, siento que no voy a aguantar, son tan intensas, pero mantengo el tipo toooda la comida, y la charla y los cafés y las fotos y los juegos, hasta que llego al límite, necesito regresar a casa y descansar; nos despedimos de mi suegra, mis cuñadas, mis tíos, mi hermana y me retiro por fin.

Domingo 6 de mayo

Salimos a comer a la Garriga, Javi me convence, yo no quiero salir, necesito estar en casa, pero el me anima, como me arrepiento…porque con cada contracción mi cara se transforma, tengo ganas de gritar pero no me queda otra que respirar y meterme en mi mundo pero hay tanta gente extraña a mi alrededor que me incomodan, necesito estar en mi refugio, estoy tan molesta de estar allí que termino enfadándome y prometiendo no volver a salir de casa hasta que nazca Ivette.

Al regresar, me quedo sola con las niñas, organizo la tarde hasta que las acuesto, es entonces cuando me deprimo, estoy harta, cansada de sentir contracciones, y que no llegue por fin el momento, llevo así cinco días y me siento al límite, cuanto más va a durar? es la primera vez que me asusta de verdad el fantasma de la rotura uterina, tengo ganas de llorar, como si lo adivinara Inma me llama y me lo nota en la voz, acabo confesando que siento que no puedo, que no aguanto más, que estoy triste… me pregunta si quiero que venga, dudo pero finalmente le digo que si…

Llega a las 21:40, comprueba la frecuencia cardíaca de mi bebe porque llevo muchos días de preparto, estoy muy inquieta y de bajón, dice que asciende al mínimo estímulo, entonces me hace una pregunta: “puedo hacerte un tacto?” nunca antes me habían preguntado esto, me lo hacían y punto, en este embarazo, bien asesorada, no había consentido que me hicieran ninguno, siguiendo el lema de “no te bajes las bragas” pero me lo pide para valorar como voy después de estos días y yo digo que si porque necesito saber algo, tengo tanto miedo a ser de las que no dilatan, después de mi cesárea tras tantas horas sin dilatar nada y después de las cosas que aquellas ginesauria dijo de mi, me siento tan insegura…   Casi ni me entero, sonríe, me mira enseñándome el guante sanguinolento, me coge las manos y emocionada me dice que el cérvix está borrado y que estoy dilatada de unos 3-4 cm!!!! Nos abrazamos bien fuerte, se me llenan los ojos de lágrimas, a ella también, lloro de la emoción y me da un subidón tan grande que no puedo controlarlo, saltamos de contentas las dos.

Se marcha a las 22.30h, llamo apresuradamente a Javi y le cuento entre gritos de emoción, cuando llega le doy un abrazo de oso exclamando que ya puedo aguantarlo todo, que mi hija va a nacer y que yo voy a parirla, estoy empoderada totalmente, ahora se que mi cuerpo responde.   Adentrada la noche las contracciones se animan, no puedo estar en la cama, me levanto y voy al comedor, escucho música, veo la tele en la pelota, respiro, emito pequeños sonidos guturales…nada me alivia, cada vez son más intensas y seguidas, empiezo a asustarme, despierto a Javi para que me ayude a contarlas y decidir que debo hacer, el las va anotando entre cabezadas: tres minutos, siete, diez, cinco, tres, tres, tres….llamo a Inma? me dice que espere un poco pero yo no lo veo claro, a ver si no le va a dar tiempo! Parece que ahora que se que soy capaz de dilatar no hay quien me pare! Media hora más tarde llamo a Inma, le explico y me pregunta si son muy intensas, la verdad, no se con qué compararlo, a mi me lo parecen, me responde que no cree que esté de parto por mi voz sin embargo no me quedo convencida así que me dice que vendrá.

Llega de madrugada y nada más verme me tranquiliza diciéndome que no estoy de parto, le toma el latido a Ivette confirmando que hay bienestar fetal, me asegura que las cosas no van tan rápidas, que no voy a pasar de 3 cm a ver asomar la cabeza de mi bebita, ya quisiera yo! así que se marcha de nuevo, contenta porque podrá despedir a su Marcos que se va de colonias y yo me quedo feliz y algo resignada a seguir esperando que llegue el momento,  ahora entiendo que no dilatara con Erika, ni siquiera estaba de parto..

Lunes 7 de mayo

Hoy hace una semana que estoy con contracciones, no me siento capaz de llevar a Andrea al cole y despedirla para sus colonias, me da pena, es la primera vez que no la llevo yo pero no puedo casi caminar, la presión en tan fuerte que ando encorvada.

La mañana va transcurriendo, organizo al resto de familia, Erika se quedará a dormir en casa de mi hermana, le preparo la mochila, voy a quedarme sin niñas esa noche y quien sabe cuantas más… A media mañana me quedo sola, escucho mi música, canto, bailo suavemente y visualizo las contracciones como olas que vienen y van, como la marea, cada vez necesito emitir mas sonidos en cada contracción y verbalizo con fuerza “ven a mi ven a mi”.

Por la tarde, Javi me anima a salir a tomar el aire, yo no quiero moverme pero obedezco, quiero dilatar más y más, así que hago el esfuerzo y salgo a la calle aunque no puedo ponerme derecha, voy dando pasitos muy lentamente, deteniéndome con cada contracción para respirar y soportar el dolor, que cada vez es mayor, empiezo a estar muy cansada y, consciente de que aun me queda lo más difícil, siento que mis fuerzas flaquean.   Vamos de un parque a otro, no muy lejos de casa, acabamos sentados en un banco, que digo sentados, soy incapaz de sentarme, me apoyo en las piernas de Javi pero siento a Ivette tan abajo que no puedo apoyar mis partes bajas. Hablamos, más bien debería decir habla, yo no tengo ganas, no quiero hablar de nada que no sea el nacimiento de mi bebe, mi instinto me exige volver a mi guarida, preparar el nido, a solas, así que regresamos a casa.   Le pido que cuente las contracciones: cada dos minutos, tres, cinco y luego cada diez o veinte, vienen varias muy seguidas y luego una más tardía.

Hablo con Inma por teléfono, le explico, le digo que estoy harta, que me auguró no llegar al fin de semana y está acabando el lunes… Me pregunta si quiero acelerar el parto de verdad, si es así me da una pista mágica, ni chocolate ni canela, lo mejor un orgasmo, no importa cómo y si mi pareja lo tiene o no, la que debo tenerlo soy yo y todo se desencadenará; cuelgo y entre risas se lo comento, bromeamos sobre el tema tumbados en el sofá, entre arrumacos nos vamos acercando, una cosa lleva a la otra y, como somos muy obedientes y siempre hacemos caso a las recomendaciones de nuestra matrona, pues damos rienda suelta al amor; sólo añadir que, a mis fuegos artificiales (porque tengo que puntualizar sólo fueron míos) les siguió una descarga eléctrica dolorosísima que me dejó un regusto amargo y pensé “nunca más antes del parto” y desde luego se cumplió la profecía, ya que unos minutos después, mientras dormitábamos acurrucados, se oyó una explosión, como si un inmenso globo se pinchase, como si una bomba estallase bajo el agua, un sonido entre aire y agua que nunca olvidaré; nos despertamos sobresaltados los dos a la vez, nos miramos con sorpresa pero, antes de que nos diera tiempo a preguntar qué había sido ese ruido, empecé a empaparme, sentía deslizarse entre mis piernas litros y litros de agua, como si se hubiera abierto una presa y grité “rápido enciende la luz, he roto aguas!!!” ahora mi obsesión era ver si eran o no claras….si!!!!

Son las 00:30h cuando por primera vez, tras dos nacimientos anteriores, no me rompen la bolsa artificialmente inmovilizada en una camilla, esta si es una sensación pura! Me asusté cuando descubrí manchas de sangre al limpiarme, escribí a Inma, me dijo que era normal y que no me preocupara.

Madrugada del lunes 7 al martes de 8 de mayo  

01:30h: Ahora las contracciones duelen más, mucho más, ya no me basta con respirar y tengo que emitir gruñidos, que poco a poco se van transformando en gritos, la pelota me resulta incomodísima, quiero abrazarme a Javi pero no me acoplo bien a él y la rabia me hace huir y quedarme sola, la única posición que tolero es estar en el sofá de rodillas, apoyando la frente en la pared y presionando con fuerza la barbilla en el respaldo (con posterioridad tendré un dolor terrible en el mentón). Me esfuerzo en visualizar las olas que van y vienen con cada contracción, me repito mentalmente,“te deseo contracción porque tu me traes a mi bebe, te espero, ven a mi”, mi actitud es tan distinta esta vez, no me detengo a pensar en el dolor, sólo avanzo poco a poco, en mi mundo, no puedo distraerme, no quiero romper mi concentración, estoy en meditación, aislada en mi, en nosotras, me voy adentrando en el planeta parto…

2:30h: Por un momento regreso a la realidad y pido a Javi que llame a Inma, no escucho la conversación, no se que hablan, sigo en mi mundo.

03:00h: Llegan Inma y Roser, soy consciente cuando siento su mano en mis lumbares y un alivio inmediato acompañado por una carga emocional de comprensión que me hace sentir que estoy a salvo.

3

Tengo muchísimo calor, estoy sudando, me arranco el pijama y entonces tiemblo de frío y vuelvo a ponérmelo, siento tal presión en el pompis que solo quiero apretar, viene a mi mente la frase: “cagar el melón” se que esa frase significa que llega el expulsivo, tengo tantas ganas…

Me proponen entrar en la piscina, acepto, siento que me apetece cambiar de postura, probar algo nuevo… No se cuanto tardan, les oigo susurrar, hinchar la piscina, colocar la manguera,  llenarla de agua, como el sonido de una película de fondo cuando uno se queda adormecido.

3:20h: Aún recuerdo la sensación al entrar, de puro placer, por un segundo todo dolor desaparece y siento que mejor no puedo estar. Poco después regresan las contracciones y ahora lo único que deseo es empujar, ellas me animan a hacerlo tal y como lo siento, a dejarme llevar, creo que tampoco sabría como detener ese impulso que nace de lo más profundo de mi ser,  salvaje e irracional.   Emito unos gruñidos, algo así como gritos entrecortados, verbalizo el dolor que experimento, me estoy dejando llevar por completo, sudo tanto que parece que voy a desmayarme (muy propio en mi ese tipo de mareo) entonces Javi me pone una toalla mojada en la frente (la mas fea por cierto y la que más chupará cámara…)

Tengo poco tiempo entre contracción y contracción pero lo aprovecho al máximo descansando muchísimo, me abandono dejando atrás el raciocinio, sumergiéndome en el agua que ellas procuran que permanezca siempre calentita; de fondo oigo el flash de las fotos que Roser me va haciendo, el sonido de la olla en la cocina y me llega el olor a hierbas, pregunto a Javi que está callado junto a mi qué se ve y me dice que la cabecita asoma y desaparece, que se abre más y vuelve a cerrarse, escucho atentamente sin responder.   Sigo relajándome entre una contracción y la siguiente, casi siempre mantengo los ojos cerrados, y cuando empujo, cada vez deseo hacerlo con más y más fuerza para que mi niña salga ya, para que esto acabe, siento que doy un paso adelante otro atrás, como una mecedora, cada una que llega lo hace con más fuerza que la anterior y cada vez grito más y más fuerte, oigo a Inma con esa voz tan dulce y serena: “estupendo, eso es” y le pregunto con apenas un hilo de voz “lo hago bien?” Roser ríe e Inma me contesta con voz risueña “mejor imposible!”me anima a gritar todo lo que quiera, y, pese a que siempre pensé que me preocuparían los vecinos, no me inquieta lo más mínimo. Comprueba el latido de Ivette a medida que empujo, que grito, que resoplo, entre frases que me animan a aprovechar cada contracción que me acerca más a Ivette.   Javi me da agua en cada descanso, me susurra cuando el dolor me concede una tregua, unas veces le escucho animarme, pero estoy tan cansada que no respondo, otras ni siquiera le oigo, no estoy aquí. Cada vez son más seguidas, mi pequeña se va abriendo paso poquito a poquito, voy descansando los minutos que mi cuerpo, tan sabio, me concede antes de la siguiente embestida. Duelen mucho y respiro jadeando, estoy muy cansada, Inma me tranquiliza diciéndome que respire hondo que enseguida pasa, coge mi mano acercándola a mi vagina, en ese momento toco la cabecita de Ivette y me da un vuelco el corazón, sorprendida y maravillada me doy cuenta de que ya está aquí, le toma el pulso y me dice que está contenta, que se le ve el pelo, gradúan la temperatura del agua, preparándola para recibirla y yo me derrito. Ellas me dan libertad, el tiempo necesario a la vez que lo controlan todo, hasta mi periné, blandito…; en un momento me surge la duda sobre si lo estaré haciendo bien, a lo que me responden que es bueno ir despacito, que soy una campeona, que mi bebe ya está aquí, me explica que después de unas cuantas contracciones más, su cabecita ya no subirá y en dos o tres más ya estará conmigo, si me tenso me que afloje y yo empujo con todas mis fuerzas, j….como quema!

05:00h:  Llevo una hora y media en la piscina y ya no encuentro la posición correcta, siento que me escurro y que no tengo suficiente estabilidad, las manos no me llegan al asidero de la piscina y mi cuerpo está entre sentado y tumbado, hasta ahora no me había dado cuenta pero escucho a mi cuerpo que me está hablando, pide algo que no se como darle… entonces Roser, como si fuera adivina, me propone cambiar de postura, sugiriéndome ponerme de cuclillas, dicho y hecho en esta posición estoy más firme para empujar. En la siguiente contracción empujo más fuerte me escuece, me dueleeeee, me dicen que me siente y descanse, me cuesta hacerlo y esta vez me quedo con las piernas flexionadas y las manos apoyadas detrás.   Desde luego mis hadas madrinas velan por mi y por mi bebe en  todo momento, permitiendo que se obre en mi el milagro; de todas las maravillosas frases con las que acompañaron mi parto me quedo con una que me llegó directa al alma y me empoderó en el mejor momento, dejando atrás el rastro que dejó aquella demoledora frase que en su día y devolviéndome el poder de la diosa que todas llevamos dentro : “estas hecha para parir!!”

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El último grito es tremendo, siento ardor, me quema, ya está aquí el aro de fuego!, es entonces cuando la cabecita sale junto con un bracito y yo pierdo el control, me pongo histérica, Inma me dice que ya está aquí, que si quiero cogerla yo, y me lleva una mano hacia mi niña que asoma pero la retiro corriendo, me da impresión, siento miedo, es de lo único que me arrepiento, de no haberme atrevido a recibirla con mis propias manos. Inma espera a que llegue la siguiente contracción, un minuto y doy un alarido con una significativa palabra: “MAMA” y caigo hacia atrás manteniendo las piernas dobladas, me pide que empuje un poquito mas pero el miedo se apodera de mi, siento que me desgarro, que me abro en dos, que mis huesos se separan como los meridianos de la tierra y no se si es por esa sensación, por el miedo, o porque no quiero dejarla salir que, involuntariamente, cierro mis piernas, ella me las separa con tanta delicadeza que mi cuerpo obedece ayudándola a salir; como un pez se desliza por mis piernas y me mira con los ojos bien abiertos bajo el agua, por fin para mi hija soy la primera persona a quien mira, me la pone encima, piel con piel, y en ese momento toco el cielo con mis manos, está tan resbaladiza como un pececillo, mi sirenita, no llora, está tranquila, tanto que incluso pregunto si respira, sólo se queja levemente entre mis brazos mientras yo exclamo: “NO PUEDE SER” y lloro de emoción, no dejo de repetir la misma frase: “Dios mío, no puede ser” ellas ríen, yo la miró enamorada y mi niñita me observa con esos ojazos, desde el minuto cero y le susurro: “cariño, mi chiquitina, cosita linda, qué guapa eres…”

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Son las 5:14 de la madrugada del día 8 de mayo y mi milagro ya está aquí, ha tenido un nacimiento feliz, el mejor nacimiento que he podido darle.

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Tan sólo veinte minutos después de llegar a este mundo, Ivette asciende sola hacia mi pecho, guiada únicamente por su instinto, mi bebita ya está mamado, inaugurada queda la lactancia.

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Me impacta el cordón, como late llenando de vida a mi niña, el lazo que nos une y que cuando deje de latir estará ya preparado para brindarle la primera señal de autonomía e independencia a mi niña, aunque el cordón emocional seguirá latiendo entre nosotras para siempre; tristemente, esta imagen no la ve mucha gente, y como dice Inma tampoco muchos gines ven a una mujer con dos cesáreas previas parir como una diosa, soy muy afortunada. Veinte minutos después, a las 6 de la mañana,  deja de latir y Javi corta el cordón, qué duro es! Ivette llora con fuerza parece que no quiere separarse de mi… Llega el momento de alumbrar la placenta, la sacan de la bañerita, la secan y piel con piel con papi, la primera vez que vive esa experiencia, en el siguiente entuerto estiro suavemente, el cordón no asciende, está listo para salir, que hermosa es la que ha sido la guarida de mi niña los primeros 9 meses de su vida, mi tesoro será custodiado en casa hasta que sea devuelto a la madre tierra. Mi niña se queja de fondo llamando a su mami, Inma la pesa: 3,150 Kg, apgar 9/10, me ayudan a salir y me tumbo en el sofá con mi bebe, tan sólo tengo dos pequeños desgarros que finalmente  deciden no suturar y tratar con reposo. Me preparan la especialidad de la casa: batido de placenta, que, para mi sorpresa, está muy rico y me llena de energía. Es hora de ampliar el círculo, llamo a mi madre para anunciarle que su nueva nietecita ya está con nosotros y grita de alegría, preguntando insegura donde estoy, a lo que orgullosa respondo: EN CASA.

9h: Inma y Roser nos dejan solos, ya somos una más en la familia, me muero de ganas de que llegue el resto…

Después de una larga semana de preparto, llegan las intensas 3 horas y cuarto de parto activo, de las cuales 1 hora y 45 minutos representan un suave expulsivo, y todo esto es posible gracias a mis hadas madrinas, Inma y Roser, porque ellas me ayudaron a conseguir mi milagro, me acompañaron con respeto, paciencia, humanidad, sabiduría, dulzura; gracias también a mi marido,  que me apoyó y animó durante todo el proceso, porque me alentó cuando mis miedos afloraron y confió sin el fantasma de la duda; a mi madre, que siempre estuvo a mi lado aunque no expresara sus inquietudes, porque respeto mi decisión sin cuestionarme, como mi hermana pequeña que me respetó y admiró mi decisión sin juzgarme, ambas tuvieron fe en mi; a mi papa, mi ángel de la guarda, que se que desde el cielo estuvo presente y se sintió orgulloso de mi; a mis amigas del alma, que permanecieron pendientes de mi en todo momento, sosteniéndome y empoderándome, ya fuera con una palabra, un silencio o un abrazo; a mis amigas virtuales de AC, con   las que inicié el camino de aceptación y reconciliación con mis anteriores nacimientos, para así, tras un bello sendero de aprendizaje, llegar a este lugar desde el que escribo hoy; y gracias a mis hijas, Andrea y Èrika por enseñarme tanto día a día, sois lo más sagrado que tengo, os quiero más que a mi vida, y a mi bebe espíritu por llenarme de esperanza y cambiar el rumbo del destino, y como no gracias a mi sirena Ivette por ayudarme a parirte, porque lo hicimos juntas, porque creíste en mi y no tuviste miedo; gracias a la vida por haberme dado tanto, soy inmensamente feliz.   Las experiencias que vivimos a lo largo de nuestra existencia van modelando nuestra vida, la de ser madre te enriquece y reordena todos tus valores, pero ésta, la de parir a un hijo en el calor de un hogar, sintiendo cada segundo como la vida se abre paso a través de ti, arrasando con fuerza, dolor y placer, esta experiencia no se olvida jamás, te reconcilia con la madre naturaleza, te conecta con el origen de la vida, es tan intenso que las palabras no alcanzan a expresarlo, ojalá todas las mujeres que lo desearan pudieran saborearlo, por ellas y por sus hijos.

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Maika

Andrea, 2002:  cesárea electiva por presentación podálica

Èrika, 2010: cesárea de recurso por parto estacionado + cesárea anterior

Mi bebe espíritu, 2011: manejo expectante + legrado

Ivette, 2012: PVD2C en piscina de partos en casa

 

(Publicado originalmente en http://carmencitalafantastica.wordpress.com/)[:ca]

Mi primera experiencia con la maternidad la tuve en octubre del año 2002, me quedé en estado muy ilusionada pero quince días después de confirmar que iba a ser mama perdí el bebé, fue una experiencia difícil porque me sentía culpable, pero menos de un mes más tarde, una noche alocada, concebí a mi primera hija Andrea.

Esta vez el embarazo transcurrió sin problemas, salvo malestares varios como ardor de estómago, dolor de espalda, variz vaginal y altibajos emocionales, engordé 12 kilos.

  Elegí el equipo médico que considere el mejor y creí ciegamente en ellos, en la semana 34 mi niña estaba en podálica, su cabecita estaba encajada bajo mis costillas dificultándome la respiración y fue la primera vez que me vaticinaron una cesárea, recuerdo que lloré mucho porque nunca había contemplado esa posibilidad, me dijeron que era mejor opción que un parto vaginal ya que no me enteraría de nada, la niña saldría más guapa y ninguna de las dos sufriríamos; lo único que hice fue esperar confiada a que algo cambiase, no me plantee informarme ni buscar alternativas, no me ofrecieron ninguna y yo confié en que los profesionales guiaban mi parto sin sentirme parte activamente responsable de él.

En la semana 37 me programaron la cesárea, recuerdo acudir al ingreso sin alegría, sentía que iba a operarme….llegué a la clínica, pase por admisiones ingreso, hice trámites, me puse la bata, el enema, y espere a que me llevaran, me prepararon y empezó la operación, recuerdo llorar, los últimos minutos que me dejaron con mi marido en la sala fría e inmaculadamente blanca, luego me despedí, me ataron, tenia tanto miedo…y nadie hablo de mi bebe de mi nacimiento sino de sus vacaciones a esquiar, mi gine si me dedico una sonrisa y unas palabras antes de empezar: cuando quieras darte cuenta tendrás a tu hijita, es un momento de nada, recuerdo la presión, mi mirada estaba fija en el relajo del techo, mirando el segundero como iba avanzando, la niña no salía, la estiraron de un pie, el médico estiró fuerte y me zarandeaba bruscamente, no quiere salir la cabrona! Y note como me abrían el corte algo más…después de unos movimientos brutales la arrancaron tal cual de mi y me la enseñaron, no la reconocí como propia, no sentí nada, “es mía?” fue lo primero que dije,  “hombre, mía no es!” qué guapa era pero que ajena a mía la sentía…

Se la llevaron, la arreglaron con su papa delante, luego acabaron conmigo y me llevaron a planta, allí estaba mi niña con todos los familiares, recuerdo que mi padre fue el único que preguntó por mi y que mi primera frase al salir de quirófano fue: “una y no más…” Afortunadamente en cuanto entré en la habitación cogí a mi niña y no me separé de ella, me la puse al pecho a pesar de que me recomendaron no hacerlo porque la recuperación de la cesárea iba a ser peor, pero no iba a consentir que también me robaran esto…la lactancia inició el vínculo con mi bebe y así seguimos hasta los dos años.

Mi recuperación física fue muy dura, a pesar de no tener complicaciones, no pude caminar en 15 días, me mareaba muchísimo y me dolía a horrores incorporarme, cicatrice en queloide y me picaba, no podía mirarme la cicatriz, tampoco cicatrizó bien la interna, porque nunca llegue a mirarla…

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Tardé 7 años y 7 meses en tener a mi segunda hija. Esta vez recuerdo concebirla en un viaje a Amsterdam, estaba tan contenta. Tenía claro que no me llevaría el mismo equipo médico porque ya me habían dicho que con una cesárea, la segunda cesárea también, así que busqué uno próximo a casa y del que me habían hablado muy bien, tenía referencias fiables con partos vaginales. Le advertía desde el minuto uno de mi cesárea anterior y de mi intención de tener un parto natural (en esos momentos para mi natural era igual a vaginal y no a prescindir de epidural), tras conocer la causa de mi anterior cesárea y la buena evolución no puso objeción ninguna. El embarazo transcurrió sin problemas salvo el ardor de estómago, hasta que en el último trimestre apareció la diabetes gestacional, así que un régimen tan estricto que me hizo pasar hambre y en lugar de ganar peso perdí 4 kilos en los últimos 3 meses, en total 6 kilos y medio de embarazo.

Conforme nos acercábamos a la recta final empezó a aparecer el concepto tiempo, si dilatas rápido, no vaya a ser que tardes y te reviente la cicatriz del útero, y en tu caso no podemos acelerara el proceso con oxitocina (menos mal…). Dos días antes habían empezado las contracciones fuertes nocturnas que ya no me dejaban dormir pero se ralentizaban durante el día, el día 3 de marzo las tuve todo el día, recuerdo que llevé un día de auténtico estrés andando sin parar por toda Barcelona,  sobre las 20h llamé a mi gine para explicarle, ella me preguntó si podía aguantarlas y le dije que por supuesto, entonces me dijo que fuera al día siguiente a monitores, pero al cuarto de hora me llamó diciendo que acudiera a la clínica porque tenían que controlarme al tener una cesárea y que no comiera nada, tenía la cena en la mesa y muuuucha hambre porque no había merendado, -“nada?” –“nada” , con mucho miedo y pocas ganas acudí al hospital, tacto: cuello muy cerrado, me monitorizan y me dejan allí en una camilla de lo más pequeña y estrecha, incomodísima, me dolía la espalda entera, vino mi gine acompañada de otra del equipo, me hizo un tacto: dilatada de centímetro y medio, su compañera tenía claro el veredicto: cesárea porque estaba muy verde, me dijo que yo no tenía cara de estar de parto, que la niña estaba muy arriba, que no iba a soportar las contracciones, que no podía imaginar el dolor tan grande que suponía una contracción en un útero cesareado, que me arrastraría por el suelo como un perro malherido suplicándole cesárea porque yo antes vomitaba a mi hija, tenía más probabilidades de sacarla por la boca que por la vagina, a pesar de eso me mantuve firme y le dije que seguía con mi intención de parir a mi hija y que, hasta que no se dieran esas circunstancias y no me arrastrara por el suelo no pediría cesarea, me mostré firme y orgullosa y ella me miró con desprecio enfadada porque le estaba haciendo perder el tiempo, mi gine le dijo que me dejara si quería intentarlo y ella marchó hecha una furia…

Me quedé sola, en búsqueda de alguna palabra alentadora, toda mi seguridad no era más que fachada, por dentro estaba llena de dudas, me ingresaron en planta y me dejaron allí, al principio pensé que alguien vendría a guiarme pero no apareció nadie, me tumbé en la cama, hice caso a mi marido que me mandó descansar mientras él dormía en el sillón de al lado, sola, asustada e insegura iba soportando unas contracciones que cada vez me dolían más, que no deseaba y que temía, cada vez eran más seguidas e intensas, estuve soportándolas cada tres minutos, postrada en la cama, arañando las sábanas tensando la boca, llorando, así unas 6 horas, rogué un calmante y no me dieron nada porque la gine no lo había pautado, supliqué una buscapina porque pensé que me relajaría los músculos y ayudaría a dilatar, no sentí alivio, cuando mi cuerpo deseaba levantarse, mi dormido marido me decía que me tumbara pensando que era lo mejor para mi, dos horas después mi cuerpo temblaba sin control, estaba mareada e hiperventilaba, rogué que viniera la comadrona, otra hora más y llegó; eran las seis de la mañana del día 4 de marzo cuando llegó y con cara de fastidio por haberla hecho venir una hora antes me bajaron a sala de partos, camilleros que me reñían por respirar así, por temblar, tacto y veredicto: dilatación de centímetro y medio, en ese momento toqué fondo, mi mundo se hundió, mis esperanzas desaparecieron, me sentí frustrada y me derrumbé emocionalmente, había perdido… vinieron las gines, -“ves ya te lo dije, contenta? Ahora si podemos hacerte la cesarea?” no contesté sólo lloraba: rotura bolsa, anestesista me pone la intradural enfadado porque no dejo de temblar, me atan, la anestesia entra tan rápido que me entran ganas de vomitar, estoy atada y no puedo moverme, me giran la cara y vomito, dos veces, me siento tan humillada… lloro y lloro durante todo el proceso, ellas ríen y hablan de sus cosas, pido la mano de una enfermera que me la da y yo le agradezco enormemente esa mano amiga, me enseñan a mi niña y creo morir de felicidad, siento tanto amor que me desborda, me la enseñan y se la llevan, mientras me cosen y me dicen que les agradezca la cirugía estética que me están haciendo y gratis! Yo solo quiero a mi niña; cuando acaban me la dan, voy a la habitación con ella y ya no me separo ni un minuto de ella. 

Sin título

Es agosto de 2010, cinco meses después, cuando me doy cuenta que no puedo superarlo, cuando lloro con toda la intensidad, por el parto robado de Andrea y de Èrika y empieza mi búsqueda de explicaciones, de comprensión, de esperanza…es entonces cuando doy con EPEN y ApoyoCesareas y mi proceso de sanación comienza al lado de tantas mujeres que me comprenden y que han sufrido como yo.   A principios de Febrero me quedó de nuevo embarazada, ahora ya estoy informada y se lo que quiero, así que decido acudir a la consulta del gine más respetuoso que está dispuesto a apoyarme en el intento de PVD2C, todo va muy bien y, aunque tiene un humor un tanto extraño, congenio bien con él, espero con ansia la segunda eco, de las 12 semana, durante la eco el doctor se pone tenso, cambia su semblante y se pone extrañamente serio, le pregunto que ocurre pero no me contesta, sigue observando, mirando, presionando con fuerza mi vientre y yo, cada vez más preocupada le interrogo con miles de preguntas y no recibo ninguna respuesta, solo el silencio y una fría frase: “ya puede vestirse” pero? No me contesta y se marcha, me visto y voy a su mesa le pregunto enfadada, -“me va a decir ahora qué está pasando?” me extiende el papel, mudo, y yo le increpo: “no, dígame a la cara qué pasa” –“el corazón de su bebe ha dejado de latir” entonces todo se nubla y corro a la calle y lloro desconsoladamente. Lo que sigue es un infierno, decido manejo expectante, son diez días los que transcurren con mi bebe muerto en mi interior, 11 de mayo por la noche, todo empieza, por primera vez paro a mi bebe en la intimidad de mi lavabo, con fuertes dolores y una gran hemorragia que no cesa en dos horas…acabo extenuada de dolor y muy débil.

Al día siguiente me visita mi gine, me dice que está todo limpio pero que me ponga en contacto con él si sucede algo, salgo de consulta y acompaño a mi marido al gestor, allí empezó a sentirme muy mal pero no digo nada, me voy sola al servicio y ahí empieza una gran hemorragia, en lugar de pedir ayuda, limpio y limpio el lavabo para que nadie se entere pero cada vez estoy más débil, salgo sin decir nada, con un tapón de papel de W.C., y en la calle le digo a mi marido, me obliga a llamar al doctor y yo no quiero, pero estoy sentada en un banco, con una hemorragia que no cesa y todo el mundo me mira, accedo, el me dice que nos vemos inmediatamente en la clínica y yo no quiero ir, pero el me dice que es mi vida la que corre ahora peligro, así que e dejo llevar, y no dejo de llorar tooodo el tiempo, he comido y no pueden intervenirme, pierdo tanta sangre que no dan abasto, a pesar de la vía y del suero glucosado cada vez pierdo más fuerza, hasta que sólo me queda un hilo de voz para decirle a mi marido que me despida de mis hijas y les diga que las quiero mucho y las cuidaré desde donde esté, ya solo recuerdo que me llevaron corriendo a quirófano, que me ataron a pesar de que les rogué como pude que no lo hicieran, otra vez no… Todo fue muy rápido esta vez, pero salí tan vacía de aquel quirófano… la recuperación fue peor, al día siguiente solo podía estar tumbada y a oscuras, mi marido me decía que así estaba entrando en una depresión y que tenia que obligarme a salir, que siendo psicóloga no entendía porqué no reaccionaba, pero no tenía fuerzas, ya no psíquicas sino físicas, sentía que algo me estaba pasando así que llame al doctor y le expliqué mis dolores, mi imposibilidad de ponerme en pie y de ver la luz su respuesta fue y que me tomara un Valium, así que decidí que quizás ambos tenían razón y que debía superarme a mi misma, accedí entonces a los planes que mi marido tenía para mi, sábado: día entero de salón de automóvil, domingo: paseo por Sitges con las niñas, esta vez no pude,  tuve que volver al coche nada más poner un pie en la calle…

Al día siguiente acudí a consulta, no lo veía claro y lo que me encontré fue una gran bronca y un diagnóstico claro: pérdida de líquido cefalorraquídeo, el anestesista me había dejado un poro abierto, “ya te dije que era el segundo más bueno y sólo habían dos”.   Un mes más tarde acudo a un encuentro que algunas de AC hicimos en casa de una buena amiga, allí tuve la oportunidad de hablar de cerca con Inma, aquella comadrona a quien había oído relatar su experiencia en el encuentro ocho meses atrás, esta vez le pregunté algo que mi último ginecólogo me aseguró tajantemente, al plantearle la posibilidad de parir en casa sobre parir en casa: “tu ni hablar, nunca”, Inma me contestó segura y serena : “y porque no?” a lo que respondí llorando emocionada, sintiendo que alguien creía en mi, algo cohibida le pregunté si ella podría atenderme, a lo que me respondió sonriendo ”claro que si!” recuerdo experimentar una felicidad tan grande que me abrió los ojos, yo iba a intentar parir con aquella mujer que confiaba en mi y no quería volver a ver al hombre que me había atado e intervenido en quirófano.

Dos meses después estaba embarazada y, aunque el principio fue muy duro, ya que no acepté que lo estaba hasta pasada la eco de las 12 semanas y oí su corazón latir bien fuerte, a partir de ese momento ya pude empezar a disfrutar de mi embarazo. Éste transcurrió muy bien, salvo por el ardor de estómago y un reflujo gástrico continuo que me impedía dormir tumbada y me obligó a medicarme, ni rastro de la tan temida diabetes, engordé unos diez kilos, ansiedad hacia el final como suele pasarme, se acercaba mi fpp: 9 de mayo de 2012, un día antes de que, un año atrás, dejara ir a mi bebe espíritu…

Y aquí empieza mi relato más detallado de los días previos al nacimiento más intenso y emotivo que he perseguido, andando entre risas, llantos, reflexiones, el camino de un enriquecedor aprendizaje, junto a personas maravillosas, una gran oportunidad que la vida me ha concedido.  

Lunes 30 de abril de 2012

Algo empieza a animarse por aquí dentro, estas contracciones aun son agradables y breves, incluso su intensidad me resulta maravillosa, aumentan de noche para disminuir de día, cuando el sol cobra fuerza, las deseo, siento que ya falta menos para ver a mi pequeña Ivette…

Miércoles 2 de mayo

Hoy cumplo 39 semanas, siguen las contracciones,  a veces más intensas y otras se disipan, son irregulares todavía aunque cada vez algo más dolorosas. Sigo con mis rutinas (colegio de Andrea, extraescolares, empresa…) Tengo visita con Inma y estoy que no quepo en mi de la emoción; me toca la barriga, la bebita está encajada, lo imaginaba por las punzadas y el gran peso que siento en el pubis; en cuanto pone su mano en mi vientre sobreviene una contracción, me dice que estoy muy reactiva y que el parto está cerca! Me augura que no pasaré del fin de semana!!! soy tan feliz…

Viernes 4 de mayo

Hoy estoy muy nerviosa, las contracciones no han cesado ningún día desde el lunes, mañana es la comunión de Andrea y no se si llegaré, no quise cambiar la fecha porque preferí dejar que todo fluyera, pero ahora me siento insegura, y si sucede en la Iglesia? y si tengo que irme? y si no aguanto el dolor? y si….? Me paso la noche debatiéndome entre ir a la peluquería el sábado o no, mi marido, Javi, no puede llevarnos por trabajo y mis contracciones a veces son tan fuertes que temo coger el coche y conducir hasta Barcelona. Mis amigas me aconsejan no ir, Andrea no quiere ni oír hablar de que la peine yo, Javi se angustia solo de plantearse llevarnos, no se que hacer, las hormonas no me permiten ver con claridad, deambulo entre una decisión y otra…

Sábado 5 de mayo

Decido no ir, no he pasado buena noche y me estresaré mucho mas si voy, sugiero a mi madre que vaya en mi lugar y se lleve a Andrea, finalmente Javi hace un esfuerzo y las acerca a las dos. Yo me quedo en casa con Erika, que alivio! un bañito, mascarilla, manicura casera… cuando llegan, preciosas, yo ya casi estoy lista. Tengo que sentarme durante casi toda la celebración y clavar mis uñas en el banco para no emitir sonido alguno con cada contracción. En el restaurante, no consigo mantener un diálogo,  tengo que dejar las frases a medias para respirar y poder sobrellevar mejor la contracción, siento que no voy a aguantar, son tan intensas, pero mantengo el tipo toooda la comida, y la charla y los cafés y las fotos y los juegos, hasta que llego al límite, necesito regresar a casa y descansar; nos despedimos de mi suegra, mis cuñadas, mis tíos, mi hermana y me retiro por fin.

Domingo 6 de mayo

Salimos a comer a la Garriga, Javi me convence, yo no quiero salir, necesito estar en casa, pero el me anima, como me arrepiento…porque con cada contracción mi cara se transforma, tengo ganas de gritar pero no me queda otra que respirar y meterme en mi mundo pero hay tanta gente extraña a mi alrededor que me incomodan, necesito estar en mi refugio, estoy tan molesta de estar allí que termino enfadándome y prometiendo no volver a salir de casa hasta que nazca Ivette.

Al regresar, me quedo sola con las niñas, organizo la tarde hasta que las acuesto, es entonces cuando me deprimo, estoy harta, cansada de sentir contracciones, y que no llegue por fin el momento, llevo así cinco días y me siento al límite, cuanto más va a durar? es la primera vez que me asusta de verdad el fantasma de la rotura uterina, tengo ganas de llorar, como si lo adivinara Inma me llama y me lo nota en la voz, acabo confesando que siento que no puedo, que no aguanto más, que estoy triste… me pregunta si quiero que venga, dudo pero finalmente le digo que si…

Llega a las 21:40, comprueba la frecuencia cardíaca de mi bebe porque llevo muchos días de preparto, estoy muy inquieta y de bajón, dice que asciende al mínimo estímulo, entonces me hace una pregunta: “puedo hacerte un tacto?” nunca antes me habían preguntado esto, me lo hacían y punto, en este embarazo, bien asesorada, no había consentido que me hicieran ninguno, siguiendo el lema de “no te bajes las bragas” pero me lo pide para valorar como voy después de estos días y yo digo que si porque necesito saber algo, tengo tanto miedo a ser de las que no dilatan, después de mi cesárea tras tantas horas sin dilatar nada y después de las cosas que aquellas ginesauria dijo de mi, me siento tan insegura…   Casi ni me entero, sonríe, me mira enseñándome el guante sanguinolento, me coge las manos y emocionada me dice que el cérvix está borrado y que estoy dilatada de unos 3-4 cm!!!! Nos abrazamos bien fuerte, se me llenan los ojos de lágrimas, a ella también, lloro de la emoción y me da un subidón tan grande que no puedo controlarlo, saltamos de contentas las dos.

Se marcha a las 22.30h, llamo apresuradamente a Javi y le cuento entre gritos de emoción, cuando llega le doy un abrazo de oso exclamando que ya puedo aguantarlo todo, que mi hija va a nacer y que yo voy a parirla, estoy empoderada totalmente, ahora se que mi cuerpo responde.   Adentrada la noche las contracciones se animan, no puedo estar en la cama, me levanto y voy al comedor, escucho música, veo la tele en la pelota, respiro, emito pequeños sonidos guturales…nada me alivia, cada vez son más intensas y seguidas, empiezo a asustarme, despierto a Javi para que me ayude a contarlas y decidir que debo hacer, el las va anotando entre cabezadas: tres minutos, siete, diez, cinco, tres, tres, tres….llamo a Inma? me dice que espere un poco pero yo no lo veo claro, a ver si no le va a dar tiempo! Parece que ahora que se que soy capaz de dilatar no hay quien me pare! Media hora más tarde llamo a Inma, le explico y me pregunta si son muy intensas, la verdad, no se con qué compararlo, a mi me lo parecen, me responde que no cree que esté de parto por mi voz sin embargo no me quedo convencida así que me dice que vendrá.

Llega de madrugada y nada más verme me tranquiliza diciéndome que no estoy de parto, le toma el latido a Ivette confirmando que hay bienestar fetal, me asegura que las cosas no van tan rápidas, que no voy a pasar de 3 cm a ver asomar la cabeza de mi bebita, ya quisiera yo! así que se marcha de nuevo, contenta porque podrá despedir a su Marcos que se va de colonias y yo me quedo feliz y algo resignada a seguir esperando que llegue el momento,  ahora entiendo que no dilatara con Erika, ni siquiera estaba de parto..

Lunes 7 de mayo

Hoy hace una semana que estoy con contracciones, no me siento capaz de llevar a Andrea al cole y despedirla para sus colonias, me da pena, es la primera vez que no la llevo yo pero no puedo casi caminar, la presión en tan fuerte que ando encorvada.

La mañana va transcurriendo, organizo al resto de familia, Erika se quedará a dormir en casa de mi hermana, le preparo la mochila, voy a quedarme sin niñas esa noche y quien sabe cuantas más… A media mañana me quedo sola, escucho mi música, canto, bailo suavemente y visualizo las contracciones como olas que vienen y van, como la marea, cada vez necesito emitir mas sonidos en cada contracción y verbalizo con fuerza “ven a mi ven a mi”.

Por la tarde, Javi me anima a salir a tomar el aire, yo no quiero moverme pero obedezco, quiero dilatar más y más, así que hago el esfuerzo y salgo a la calle aunque no puedo ponerme derecha, voy dando pasitos muy lentamente, deteniéndome con cada contracción para respirar y soportar el dolor, que cada vez es mayor, empiezo a estar muy cansada y, consciente de que aun me queda lo más difícil, siento que mis fuerzas flaquean.   Vamos de un parque a otro, no muy lejos de casa, acabamos sentados en un banco, que digo sentados, soy incapaz de sentarme, me apoyo en las piernas de Javi pero siento a Ivette tan abajo que no puedo apoyar mis partes bajas. Hablamos, más bien debería decir habla, yo no tengo ganas, no quiero hablar de nada que no sea el nacimiento de mi bebe, mi instinto me exige volver a mi guarida, preparar el nido, a solas, así que regresamos a casa.   Le pido que cuente las contracciones: cada dos minutos, tres, cinco y luego cada diez o veinte, vienen varias muy seguidas y luego una más tardía.

Hablo con Inma por teléfono, le explico, le digo que estoy harta, que me auguró no llegar al fin de semana y está acabando el lunes… Me pregunta si quiero acelerar el parto de verdad, si es así me da una pista mágica, ni chocolate ni canela, lo mejor un orgasmo, no importa cómo y si mi pareja lo tiene o no, la que debo tenerlo soy yo y todo se desencadenará; cuelgo y entre risas se lo comento, bromeamos sobre el tema tumbados en el sofá, entre arrumacos nos vamos acercando, una cosa lleva a la otra y, como somos muy obedientes y siempre hacemos caso a las recomendaciones de nuestra matrona, pues damos rienda suelta al amor; sólo añadir que, a mis fuegos artificiales (porque tengo que puntualizar sólo fueron míos) les siguió una descarga eléctrica dolorosísima que me dejó un regusto amargo y pensé “nunca más antes del parto” y desde luego se cumplió la profecía, ya que unos minutos después, mientras dormitábamos acurrucados, se oyó una explosión, como si un inmenso globo se pinchase, como si una bomba estallase bajo el agua, un sonido entre aire y agua que nunca olvidaré; nos despertamos sobresaltados los dos a la vez, nos miramos con sorpresa pero, antes de que nos diera tiempo a preguntar qué había sido ese ruido, empecé a empaparme, sentía deslizarse entre mis piernas litros y litros de agua, como si se hubiera abierto una presa y grité “rápido enciende la luz, he roto aguas!!!” ahora mi obsesión era ver si eran o no claras….si!!!!

Son las 00:30h cuando por primera vez, tras dos nacimientos anteriores, no me rompen la bolsa artificialmente inmovilizada en una camilla, esta si es una sensación pura! Me asusté cuando descubrí manchas de sangre al limpiarme, escribí a Inma, me dijo que era normal y que no me preocupara.  

Madrugada del lunes 7 al martes de 8 de mayo  

01:30h: Ahora las contracciones duelen más, mucho más, ya no me basta con respirar y tengo que emitir gruñidos, que poco a poco se van transformando en gritos, la pelota me resulta incomodísima, quiero abrazarme a Javi pero no me acoplo bien a él y la rabia me hace huir y quedarme sola, la única posición que tolero es estar en el sofá de rodillas, apoyando la frente en la pared y presionando con fuerza la barbilla en el respaldo (con posterioridad tendré un dolor terrible en el mentón). Me esfuerzo en visualizar las olas que van y vienen con cada contracción, me repito mentalmente,“te deseo contracción porque tu me traes a mi bebe, te espero, ven a mi”, mi actitud es tan distinta esta vez, no me detengo a pensar en el dolor, sólo avanzo poco a poco, en mi mundo, no puedo distraerme, no quiero romper mi concentración, estoy en meditación, aislada en mi, en nosotras, me voy adentrando en el planeta parto…

2:30h: Por un momento regreso a la realidad y pido a Javi que llame a Inma, no escucho la conversación, no se que hablan, sigo en mi mundo.  

03:00h: Llegan Inma y Roser, soy consciente cuando siento su mano en mis lumbares y un alivio inmediato acompañado por una carga emocional de comprensión que me hace sentir que estoy a salvo.

3

Tengo muchísimo calor, estoy sudando, me arranco el pijama y entonces tiemblo de frío y vuelvo a ponérmelo, siento tal presión en el pompis que solo quiero apretar, viene a mi mente la frase: “cagar el melón” se que esa frase significa que llega el expulsivo, tengo tantas ganas…

Me proponen entrar en la piscina, acepto, siento que me apetece cambiar de postura, probar algo nuevo… No se cuanto tardan, les oigo susurrar, hinchar la piscina, colocar la manguera,  llenarla de agua, como el sonido de una película de fondo cuando uno se queda adormecido.

3:20h: Aún recuerdo la sensación al entrar, de puro placer, por un segundo todo dolor desaparece y siento que mejor no puedo estar. Poco después regresan las contracciones y ahora lo único que deseo es empujar, ellas me animan a hacerlo tal y como lo siento, a dejarme llevar, creo que tampoco sabría como detener ese impulso que nace de lo más profundo de mi ser,  salvaje e irracional.   Emito unos gruñidos, algo así como gritos entrecortados, verbalizo el dolor que experimento, me estoy dejando llevar por completo, sudo tanto que parece que voy a desmayarme (muy propio en mi ese tipo de mareo) entonces Javi me pone una toalla mojada en la frente (la mas fea por cierto y la que más chupará cámara…)

Tengo poco tiempo entre contracción y contracción pero lo aprovecho al máximo descansando muchísimo, me abandono dejando atrás el raciocinio, sumergiéndome en el agua que ellas procuran que permanezca siempre calentita; de fondo oigo el flash de las fotos que Roser me va haciendo, el sonido de la olla en la cocina y me llega el olor a hierbas, pregunto a Javi que está callado junto a mi qué se ve y me dice que la cabecita asoma y desaparece, que se abre más y vuelve a cerrarse, escucho atentamente sin responder.   Sigo relajándome entre una contracción y la siguiente, casi siempre mantengo los ojos cerrados, y cuando empujo, cada vez deseo hacerlo con más y más fuerza para que mi niña salga ya, para que esto acabe, siento que doy un paso adelante otro atrás, como una mecedora, cada una que llega lo hace con más fuerza que la anterior y cada vez grito más y más fuerte, oigo a Inma con esa voz tan dulce y serena: “estupendo, eso es” y le pregunto con apenas un hilo de voz “lo hago bien?” Roser ríe e Inma me contesta con voz risueña “mejor imposible!”me anima a gritar todo lo que quiera, y, pese a que siempre pensé que me preocuparían los vecinos, no me inquieta lo más mínimo. Comprueba el latido de Ivette a medida que empujo, que grito, que resoplo, entre frases que me animan a aprovechar cada contracción que me acerca más a Ivette.   Javi me da agua en cada descanso, me susurra cuando el dolor me concede una tregua, unas veces le escucho animarme, pero estoy tan cansada que no respondo, otras ni siquiera le oigo, no estoy aquí. Cada vez son más seguidas, mi pequeña se va abriendo paso poquito a poquito, voy descansando los minutos que mi cuerpo, tan sabio, me concede antes de la siguiente embestida. Duelen mucho y respiro jadeando, estoy muy cansada, Inma me tranquiliza diciéndome que respire hondo que enseguida pasa, coge mi mano acercándola a mi vagina, en ese momento toco la cabecita de Ivette y me da un vuelco el corazón, sorprendida y maravillada me doy cuenta de que ya está aquí, le toma el pulso y me dice que está contenta, que se le ve el pelo, gradúan la temperatura del agua, preparándola para recibirla y yo me derrito. Ellas me dan libertad, el tiempo necesario a la vez que lo controlan todo, hasta mi periné, blandito…; en un momento me surge la duda sobre si lo estaré haciendo bien, a lo que me responden que es bueno ir despacito, que soy una campeona, que mi bebe ya está aquí, me explica que después de unas cuantas contracciones más, su cabecita ya no subirá y en dos o tres más ya estará conmigo, si me tenso me que afloje y yo empujo con todas mis fuerzas, j….como quema!

05:00h:  Llevo una hora y media en la piscina y ya no encuentro la posición correcta, siento que me escurro y que no tengo suficiente estabilidad, las manos no me llegan al asidero de la piscina y mi cuerpo está entre sentado y tumbado, hasta ahora no me había dado cuenta pero escucho a mi cuerpo que me está hablando, pide algo que no se como darle… entonces Roser, como si fuera adivina, me propone cambiar de postura, sugiriéndome ponerme de cuclillas, dicho y hecho en esta posición estoy más firme para empujar. En la siguiente contracción empujo más fuerte me escuece, me dueleeeee, me dicen que me siente y descanse, me cuesta hacerlo y esta vez me quedo con las piernas flexionadas y las manos apoyadas detrás.   Desde luego mis hadas madrinas velan por mi y por mi bebe en  todo momento, permitiendo que se obre en mi el milagro; de todas las maravillosas frases con las que acompañaron mi parto me quedo con una que me llegó directa al alma y me empoderó en el mejor momento, dejando atrás el rastro que dejó aquella demoledora frase que en su día y devolviéndome el poder de la diosa que todas llevamos dentro : “estas hecha para parir!!”

4

El último grito es tremendo, siento ardor, me quema, ya está aquí el aro de fuego!, es entonces cuando la cabecita sale junto con un bracito y yo pierdo el control, me pongo histérica, Inma me dice que ya está aquí, que si quiero cogerla yo, y me lleva una mano hacia mi niña que asoma pero la retiro corriendo, me da impresión, siento miedo, es de lo único que me arrepiento, de no haberme atrevido a recibirla con mis propias manos. Inma espera a que llegue la siguiente contracción, un minuto y doy un alarido con una significativa palabra: “MAMA” y caigo hacia atrás manteniendo las piernas dobladas, me pide que empuje un poquito mas pero el miedo se apodera de mi, siento que me desgarro, que me abro en dos, que mis huesos se separan como los meridianos de la tierra y no se si es por esa sensación, por el miedo, o porque no quiero dejarla salir que, involuntariamente, cierro mis piernas, ella me las separa con tanta delicadeza que mi cuerpo obedece ayudándola a salir; como un pez se desliza por mis piernas y me mira con los ojos bien abiertos bajo el agua, por fin para mi hija soy la primera persona a quien mira, me la pone encima, piel con piel, y en ese momento toco el cielo con mis manos, está tan resbaladiza como un pececillo, mi sirenita, no llora, está tranquila, tanto que incluso pregunto si respira, sólo se queja levemente entre mis brazos mientras yo exclamo: “NO PUEDE SER” y lloro de emoción, no dejo de repetir la misma frase: “Dios mío, no puede ser” ellas ríen, yo la miró enamorada y mi niñita me observa con esos ojazos, desde el minuto cero y le susurro: “cariño, mi chiquitina, cosita linda, qué guapa eres…”

5

Son las 5:14 de la madrugada del día 8 de mayo y mi milagro ya está aquí, ha tenido un nacimiento feliz, el mejor nacimiento que he podido darle.

6 

Tan sólo veinte minutos después de llegar a este mundo, Ivette asciende sola hacia mi pecho, guiada únicamente por su instinto, mi bebita ya está mamado, inaugurada queda la lactancia.

7

Me impacta el cordón, como late llenando de vida a mi niña, el lazo que nos une y que cuando deje de latir estará ya preparado para brindarle la primera señal de autonomía e independencia a mi niña, aunque el cordón emocional seguirá latiendo entre nosotras para siempre; tristemente, esta imagen no la ve mucha gente, y como dice Inma tampoco muchos gines ven a una mujer con dos cesáreas previas parir como una diosa, soy muy afortunada. Veinte minutos después, a las 6 de la mañana,  deja de latir y Javi corta el cordón, qué duro es! Ivette llora con fuerza parece que no quiere separarse de mi… Llega el momento de alumbrar la placenta, la sacan de la bañerita, la secan y piel con piel con papi, la primera vez que vive esa experiencia, en el siguiente entuerto estiro suavemente, el cordón no asciende, está listo para salir, que hermosa es la que ha sido la guarida de mi niña los primeros 9 meses de su vida, mi tesoro será custodiado en casa hasta que sea devuelto a la madre tierra. Mi niña se queja de fondo llamando a su mami, Inma la pesa: 3,150 Kg, apgar 9/10, me ayudan a salir y me tumbo en el sofá con mi bebe, tan sólo tengo dos pequeños desgarros que finalmente  deciden no suturar y tratar con reposo. Me preparan la especialidad de la casa: batido de placenta, que, para mi sorpresa, está muy rico y me llena de energía. Es hora de ampliar el círculo, llamo a mi madre para anunciarle que su nueva nietecita ya está con nosotros y grita de alegría, preguntando insegura donde estoy, a lo que orgullosa respondo: EN CASA.

9h: Inma y Roser nos dejan solos, ya somos una más en la familia, me muero de ganas de que llegue el resto…

Después de una larga semana de preparto, llegan las intensas 3 horas y cuarto de parto activo, de las cuales 1 hora y 45 minutos representan un suave expulsivo, y todo esto es posible gracias a mis hadas madrinas, Inma y Roser, porque ellas me ayudaron a conseguir mi milagro, me acompañaron con respeto, paciencia, humanidad, sabiduría, dulzura; gracias también a mi marido,  que me apoyó y animó durante todo el proceso, porque me alentó cuando mis miedos afloraron y confió sin el fantasma de la duda; a mi madre, que siempre estuvo a mi lado aunque no expresara sus inquietudes, porque respeto mi decisión sin cuestionarme, como mi hermana pequeña que me respetó y admiró mi decisión sin juzgarme, ambas tuvieron fe en mi; a mi papa, mi ángel de la guarda, que se que desde el cielo estuvo presente y se sintió orgulloso de mi; a mis amigas del alma, que permanecieron pendientes de mi en todo momento, sosteniéndome y empoderándome, ya fuera con una palabra, un silencio o un abrazo; a mis amigas virtuales de AC, con   las que inicié el camino de aceptación y reconciliación con mis anteriores nacimientos, para así, tras un bello sendero de aprendizaje, llegar a este lugar desde el que escribo hoy; y gracias a mis hijas, Andrea y Èrika por enseñarme tanto día a día, sois lo más sagrado que tengo, os quiero más que a mi vida, y a mi bebe espíritu por llenarme de esperanza y cambiar el rumbo del destino, y como no gracias a mi sirena Ivette por ayudarme a parirte, porque lo hicimos juntas, porque creíste en mi y no tuviste miedo; gracias a la vida por haberme dado tanto, soy inmensamente feliz.   Las experiencias que vivimos a lo largo de nuestra existencia van modelando nuestra vida, la de ser madre te enriquece y reordena todos tus valores, pero ésta, la de parir a un hijo en el calor de un hogar, sintiendo cada segundo como la vida se abre paso a través de ti, arrasando con fuerza, dolor y placer, esta experiencia no se olvida jamás, te reconcilia con la madre naturaleza, te conecta con el origen de la vida, es tan intenso que las palabras no alcanzan a expresarlo, ojalá todas las mujeres que lo desearan pudieran saborearlo, por ellas y por sus hijos.

8

Maika

Andrea, 2002:  cesárea electiva por presentación podálica

Èrika, 2010: cesárea de recurso por parto estacionado + cesárea anterior

Mi bebe espíritu, 2011: manejo expectante + legrado

Ivette, 2012: PVD2C en piscina de partos en casa

 

(Publicado originalmente en http://carmencitalafantastica.wordpress.com/)

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