[:es]

Nuestro primer hijo, Aníbal, nació hace 20 meses habiendo pactado un protocolo de parto natural en el hospital Sant Joan de Déu y éste acabó en cesárea de urgencia. La intención era parir en casa, pero no nos acabamos de atrever.

Después de la experiencia, con el segundo embarazo tuvimos bastante claro desde el principio que queríamos hacer el parto en casa, esta vez sí estábamos convencidos.

Elegimos hacerlo con el equipo de Néixer a Casa.

Durante el embarazo iba leyendo todos los post del Facebook, de los nacimientos que se iban dando, esto me ayudaba, me daba ánimos y mucha confianza en el equipo.

Durante todo el embarazo estuve muy optimista, animada y tranquila con la opción escogida, y al pensar en el parto me venía una sensación de celebración, de fiesta de bienvenida.

Todos apostábamos a que este alumbramiento iba a ser más rápido y sencillo que el anterior y sobre todo más bonito y con mejor compañía.

Bien, llegó el momento, me puse de parto en la semana 40.5, a las 11 de la noche empecé a notar el dolor leve de las primeras contracciones, ese dolor como de regla.

Me fui a dormir y dormité toda la noche acompañada por el dolor suave de las contracciones, a las 6,30 de la mañana desperté a mi pareja, me hice una bañera de agua caliente, llamamos a las comadronas y a Olga, la amiga que nos acompañaría en este proceso.

Ya empezaba a sentir la fuerza de las contracciones, ya me lo conocía de la vez anterior.

Sobre las 8 llegó Olga y un poco más tarde Luci, comadrona de Néixer a Casa, yo ya estaba en pleno trabajo, a las dos las recibí llorando, un llanto de miedo, emoción, alegría, confort de sentirme acompañada por las mujeres, por las comadres.

Montaron la piscina, y hacia las 12 llegó Inma, la otra comadrona.

Durante todo el sábado el salón de nuestra casa se convirtió en un lugar místico, mágico, de convivencia, de respeto al proceso, de ánimos fuerzas y esperanzas,

Y yo iba viviendo mi historia particular de piel hacia dentro, sin poder hablar pero con mucha actividad.

Sin poder decir a Amat,  mi querido compañero y amor de mi vida, GRACIAS, me llega tu fuerza, eres un 10, eres el mejor compañero que la vida me ha podido regalar. Te amo. Gracias. Lo estás haciendo muy bien.

Sin poder decir al Olga, querida amiga, co-madre, me llega tu fuerza, tu compromiso y tu amor por mí y mi familia, gracias por estar con Aníbal, gracias por hacer que este momento sea posible.

Sin poder hablar con Inma y Luci, las comadronas, pero viéndolo y percibiéndolo todo, con una clarividencia intensa.

Y es que una en el fondo siempre sabe.

Y la vida te pone por delante las experiencias que eliges para seguir aprendiendo, y yo tenía que seguir aprendiendo sobre mis LÍMITES, sobre que soy una mujer, un ser humano y limitado. Sobre el mundo ideal y esperado, y el real, sobre lo que quieres que pase y sobre rendirse a la experiencia que la vida te trae.

Así que después de estar todo el sábado 16 de agosto, dilatando en casa, toda la mañana, toda la tarde y parte de la noche,

después de tener esperanza en muchos momentos de que sería posible, de perderla en muchas ocasiones, de luchar internamente con la idea de ir al hospital y poder seguir con el proceso con ayuda de la peridural, de sentirme floja, incapaz por sólo tener la idea, de quitármela de la cabeza, de saber que todos los que me acompañaban, aquellos que tanto me quieren y las comadronas esperaban que yo hiciera mi proceso completo, que acabara pariendo en casa, por supuesto, y lo demás suponía fracasar, un poco al menos, decepcionarlos a ellos y a una parte de mí. A esa parte que imaginó, fantaseó e idealizó una manera concreta de parir, la que yo deseaba y quería, un parto, fácil, más bien rápido y que acabara en casa, claro está.

Me rindo ante la vida y su realidad, y sus misterios, y la cantidad de factores ocultos, e inconscientes que marcan nuestros caminos, siempre sabios, y que atesoran válidos aprendizajes.

Como cada vez que me invadía esta idea no me atrevía a expresarla claramente lo andaba diciendo de manera indirecta. “Yo no puedo”, “Esto no tira”…

Cuando me insinuaba, no siendo clara, esperando que fueran los otros los que apoyaran este camino, la única respuesta que recibía del otro lado era: “claro que puedes!!” y esa lucha interna también me agotó.

A las 2 de la madrugada del domingo 17 de agosto por fin me atrevo a expresar en voz alta delante de todos mi necesidad: “quiero ir al hospital y que me pongan la peridural”, una energía de decepción, como de haber perdido la partida se sintió en el ambiente.

Pedí disculpas a mi compañero querido, “lo siento” mientras me abrazaba a él y él me abrazó, y me susurró bonitas palabras al oído, siempre.

Llegamos al hospital, ya estaba dilatada de 10, en el coche las contracciones eran muy fuertes, muy seguidas, muy intensas, pujaba y retenía, sólo quería anestesia, mi cuerpo llevaba demasiadas horas contrayéndose de dolor y dilatando demasiado lentamente.

Ahora la otra partida a ganar era que no me hicieran una cesárea que era lo que nos habíamos querido ahorrar desde el principio cuándo tomamos la decisión.

Me pusieron peridural y oxcitocina y a las 6,37 de la madrugada del domingo 17 de agosto por fin Lluc pudo salir por vía vaginal, el proceso estaba tan adelantado que una cesárea ya no era posible. Así que objetivo conseguido.

Con peridural, oxitocina, episotomía, fórceps “suaves” (según los profesionales, todavía no sé qué quiere decir esto), pero salió, nació, y yo estaba muy feliz, de que por fin naciera, estaba muy feliz de que no hubiera sido cesárea, estaba muy feliz de que se acabara el dolor, estaba muy feliz de todo lo que había pasado tal como había pasado, no era una felicidad de euforia, era una felicidad de rendición, de aceptación, de aventura, de realidad.

Y a partir de aquí empieza otra película, que se llama postparto, puerperio, escribo esto a punto de cumplir Lluc su primer mes de vida, y fácil no ha sido ni está siendo…pero este es otro capítulo.

Agradezco de corazón a Amat, Olga, Inma, Luci, María que aunque finalmente no pudo estar en el parto, estuvo acompañando en la distancia en sus días libres. También a mi hijo Aníbal, que fue y está siendo un campeón en todo este proceso.

Agradezco a la vida esta experiencia tal cual ha sido.

Me despido de volver a embarazarme y volver a parir.

Gracias a la vida por mis dos soles de hijos, ahora a llenarnos de amor y disfrutar de los caminos que la vida nos brinde.

Gracias.

[:ca]Nuestro primer hijo, Aníbal, nació hace 20 meses habiendo pactado un protocolo de parto natural en el hospital Sant Joan de Déu y éste acabó en cesárea de urgencia. La intención era parir en casa, pero no nos acabamos de atrever.

Después de la experiencia, con el segundo embarazo tuvimos bastante claro desde el principio que queríamos hacer el parto en casa, esta vez sí estábamos convencidos.

Elegimos hacerlo con el equipo de Néixer a Casa.

Durante el embarazo iba leyendo todos los post del Facebook, de los nacimientos que se iban dando, esto me ayudaba, me daba ánimos y mucha confianza en el equipo.

Durante todo el embarazo estuve muy optimista, animada y tranquila con la opción escogida, y al pensar en el parto me venía una sensación de celebración, de fiesta de bienvenida.

Todos apostábamos a que este alumbramiento iba a ser más rápido y sencillo que el anterior y sobre todo más bonito y con mejor compañía.

Bien, llegó el momento, me puse de parto en la semana 40.5, a las 11 de la noche empecé a notar el dolor leve de las primeras contracciones, ese dolor como de regla.

Me fui a dormir y dormité toda la noche acompañada por el dolor suave de las contracciones, a las 6,30 de la mañana desperté a mi pareja, me hice una bañera de agua caliente, llamamos a las comadronas y a Olga, la amiga que nos acompañaría en este proceso.

Ya empezaba a sentir la fuerza de las contracciones, ya me lo conocía de la vez anterior.

Sobre las 8 llegó Olga y un poco más tarde Luci, comadrona de Néixer a Casa, yo ya estaba en pleno trabajo, a las dos las recibí llorando, un llanto de miedo, emoción, alegría, confort de sentirme acompañada por las mujeres, por las comadres.

Montaron la piscina, y hacia las 12 llegó Inma, la otra comadrona.

Durante todo el sábado el salón de nuestra casa se convirtió en un lugar místico, mágico, de convivencia, de respeto al proceso, de ánimos fuerzas y esperanzas,

Y yo iba viviendo mi historia particular de piel hacia dentro, sin poder hablar pero con mucha actividad.

Sin poder decir a Amat,  mi querido compañero y amor de mi vida, GRACIAS, me llega tu fuerza, eres un 10, eres el mejor compañero que la vida me ha podido regalar. Te amo. Gracias. Lo estás haciendo muy bien.

Sin poder decir al Olga, querida amiga, co-madre, me llega tu fuerza, tu compromiso y tu amor por mí y mi familia, gracias por estar con Aníbal, gracias por hacer que este momento sea posible.

Sin poder hablar con Inma y Luci, las comadronas, pero viéndolo y percibiéndolo todo, con una clarividencia intensa.

Y es que una en el fondo siempre sabe.

Y la vida te pone por delante las experiencias que eliges para seguir aprendiendo, y yo tenía que seguir aprendiendo sobre mis LÍMITES, sobre que soy una mujer, un ser humano y limitado. Sobre el mundo ideal y esperado, y el real, sobre lo que quieres que pase y sobre rendirse a la experiencia que la vida te trae.

Así que después de estar todo el sábado 16 de agosto, dilatando en casa, toda la mañana, toda la tarde y parte de la noche,

después de tener esperanza en muchos momentos de que sería posible, de perderla en muchas ocasiones, de luchar internamente con la idea de ir al hospital y poder seguir con el proceso con ayuda de la peridural, de sentirme floja, incapaz por sólo tener la idea, de quitármela de la cabeza, de saber que todos los que me acompañaban, aquellos que tanto me quieren y las comadronas esperaban que yo hiciera mi proceso completo, que acabara pariendo en casa, por supuesto, y lo demás suponía fracasar, un poco al menos, decepcionarlos a ellos y a una parte de mí. A esa parte que imaginó, fantaseó e idealizó una manera concreta de parir, la que yo deseaba y quería, un parto, fácil, más bien rápido y que acabara en casa, claro está.

Me rindo ante la vida y su realidad, y sus misterios, y la cantidad de factores ocultos, e inconscientes que marcan nuestros caminos, siempre sabios, y que atesoran válidos aprendizajes.

Como cada vez que me invadía esta idea no me atrevía a expresarla claramente lo andaba diciendo de manera indirecta. “Yo no puedo”, “Esto no tira”…

Cuando me insinuaba, no siendo clara, esperando que fueran los otros los que apoyaran este camino, la única respuesta que recibía del otro lado era: “claro que puedes!!” y esa lucha interna también me agotó.

A las 2 de la madrugada del domingo 17 de agosto por fin me atrevo a expresar en voz alta delante de todos mi necesidad: “quiero ir al hospital y que me pongan la peridural”, una energía de decepción, como de haber perdido la partida se sintió en el ambiente.

Pedí disculpas a mi compañero querido, “lo siento” mientras me abrazaba a él y él me abrazó, y me susurró bonitas palabras al oído, siempre.

Llegamos al hospital, ya estaba dilatada de 10, en el coche las contracciones eran muy fuertes, muy seguidas, muy intensas, pujaba y retenía, sólo quería anestesia, mi cuerpo llevaba demasiadas horas contrayéndose de dolor y dilatando demasiado lentamente.

Ahora la otra partida a ganar era que no me hicieran una cesárea que era lo que nos habíamos querido ahorrar desde el principio cuándo tomamos la decisión.

Me pusieron peridural y oxcitocina y a las 6,37 de la madrugada del domingo 17 de agosto por fin Lluc pudo salir por vía vaginal, el proceso estaba tan adelantado que una cesárea ya no era posible. Así que objetivo conseguido.

Con peridural, oxitocina, episotomía, fórceps “suaves” (según los profesionales, todavía no sé qué quiere decir esto), pero salió, nació, y yo estaba muy feliz, de que por fin naciera, estaba muy feliz de que no hubiera sido cesárea, estaba muy feliz de que se acabara el dolor, estaba muy feliz de todo lo que había pasado tal como había pasado, no era una felicidad de euforia, era una felicidad de rendición, de aceptación, de aventura, de realidad.

Y a partir de aquí empieza otra película, que se llama postparto, puerperio, escribo esto a punto de cumplir Lluc su primer mes de vida, y fácil no ha sido ni está siendo…pero este es otro capítulo.

Agradezco de corazón a Amat, Olga, Inma, Luci, María que aunque finalmente no pudo estar en el parto, estuvo acompañando en la distancia en sus días libres. También a mi hijo Aníbal, que fue y está siendo un campeón en todo este proceso.

Agradezco a la vida esta experiencia tal cual ha sido.

Me despido de volver a embarazarme y volver a parir.

Gracias a la vida por mis dos soles de hijos, ahora a llenarnos de amor y disfrutar de los caminos que la vida nos brinde.

Gracias.[:]

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