Neixer a Casa

Elna nació el domingo 30 de enero a las 12:32h en un parto en casa en el agua con 3630g de amor a las 42 semanas de gestación.

El viernes 28 al mediodía vino la matrona de parto en casa para hacer una sesión de reflexología podal para ayudar a poner el proceso en marcha. Y así fue, a las 2:35h del sábado 29 fisuré la bolsa, con aguas claras.

El sábado estuve con contracciones irregulares, de distinta intensidad, a lo largo del día. Sobre las 19h empezaron a ser cada vez más frecuentes e intensas. Iba surfeando las olas uterinas con respiraciones profundas, contando las respiraciones hasta la cima, para luego descender. Me parecían llevables, abrazaba cada una de ellas pensando que era una menos para conocer a Elna. Estuve acompañada por mi pareja que no se separó de mi ni un solo minuto, sobre la pelota cogida de sus manos, le necesitaba cerca para escuchar sus palabras de alivio con “tu puedes”, “Elna pronto estará aquí”, “lo estás haciendo genial”, “eres muy fuerte”. También estaba Isa, mi compañera de residencia (matrona) que fue imprescindible, regalándome masajes, diferentes posiciones, calor local con saco de semillas, una ducha de agua caliente que me supo a alivio. Entre olas uterinas, disfrutaba escuchando la música de fondo, percibiendo el olor de aceites esenciales (que había preparado Isa), saboreaba el placer que me regalaba mi cuerpo para sobrellevarlo. Estaba siendo muy feliz de, por fin, estar viviendo ese momento. Respiraba amor, calma y oxitocina.

A las 6h llegó la matrona de parto en casa, fue una alegría verla llegar, el momento de conocer a Elna estaba más cerca. Fui sobrellevando las olas entre gemidos, apretones de manos, besos, abrazos y amor. Mientrastanto, mi cuñado llenaba la piscina de partos, al lado de un precioso fuego de leña que mantenía a viva llama para caldear el espacio.
A las 8h pude entrar en la piscina de partos, fue enorme la sensación de alivio de la intensidad de las olas, tanto que noté como frenaban en frecuencia. Pensé que mi cuerpo necesitaba un parón para coger fuerzas para el tramo final, y así fue. Le dije a la matrona, entre un hilo de pena (había soñado con parir en el agua), si sería mejor salir de la piscina; ella comprobaba el latido de Elna y me decía “es una niña fuerte y feliz”. Descansa y duerme si puedes. Con las justas palabras, me transmitió la calma y esperanza que necesitaba. Yo me dormía entre contracciones, incluso soñaba.

Sobre las 10h, con mucho calor, decidí salir de la piscina. Las olas uterinas volvían con fuerza, ya necesitaba gemir con cada pujo. Utilizaba cualquier rincón que me encontraba, ahora sentada en la silla de partos me agarraba al foulard que colgaba del techo, con mi pareja delante de mi mientras Isa me masajeaba la zona lumbar. La matrona me sugerió que me introdujera un dedo en la vagina para comprobar que estaba cerca; y así fue, tan solo a dos falanges toqué su cabecita, me animé muchísimo, me emocioné abrazada a mi pareja.

Cambié de posición, me levanté y me apoyé sobre la encimera. Tras varios pujos, mientras apretaba con fuerza las manos de mi pareja, y con temblor en las piernas, necesitaba estirarme. Me estiré en el sofá y las olas uterinas eran más fuertes, ya notaba presión en el sacro, muy intensas, me apretaba fuerte para aliviar la presión. Elna se movía mucho dentro de mí, me dijo la matrona que estaba rotando para poder nacer. Me puse de rodillas delante del sofá apoyada sobre las piernas de mi pareja y empujaba con fuerza cada ola uterina que me acercaba al momento de conocer a Elna. Estas últimas dos horas se me estaban haciendo interminables. Tras ¡no puedos!, me decía a mí misma ¡sí puedo, sí puedo!
Surfeé un par de olas más y volví a entrar a la piscina de partos, ¡Elna iba nacer en el agua! Volví a comprobar dónde estaba la cabecita de Elna y la pude tocar a tan solo una articulación de mi dedo, y dije “¡Está aquí, mi amor!”.
Tras varios pujos, empujando con toda mi alma, empezó a coronar muy poco a poco la cabeza de Elna. Escocía, escocía mucho, notaba como avanzaba y volvía hacia atrás, haciendo camino, poco a poco, dando espacio. Cada vez estaba más cerca de coger a Elna en brazos, eso me hacía empujar muy muy fuerte. Noté como, tras una fuerte ola uterina Elna ya no retrocedía, salió la mitad de la cabeza. Elna entre dos mundos. Con la siguiente ola acabó de salir la cabeza y, sin creerlo, empujé fuertemente y noté como salía el cuerpo, blandito y gustoso. Tenía los ojos bien abiertos, la cogí en brazos y la puse en mi pecho, pegadita, calentita, muy suave. Me enamoré. Nos abrazamos y nos fundimos de amor, a primera vista. Oler su cabecita, que olía a vida, me transportaba a lo más instintivo.

Nació en silencio, con los ojos bien abiertos, observando su alrededor, y traspasando nuestros corazones, en un ambiente cálido a la luz del fuego, silencioso, lleno de calma y mucho amor, rodeada de personas maravillosas que hicieron posible crear un espacio idílico para su llegada a este mundo.

Gracias a mi matrona (Inma), por confiar en que somos capaces, que podemos hacerlo, por ser presencia y aliento en el momento más intenso, ese en el que nunca antes había estado. Por compartir su vocación desde el más absoluto amor.
Gracias a mi compañera de residencia (Isa), que tenía la clave perfecta para sobrellevar el proceso, no me faltaron unas manos para masajearme o darme una ducha. Un apoyo imprescindible que me supo guiar cuando se me agotaban los recursos.

Gracias a mi cuñada (Maria), por ser mi inspiración, por demostrarme que se puede, una mujer fuerte y valiente donde las haya. Una referente ejemplar, afortunada y orgullosa por tenerla cerca.

Gracias a mi cuñado (Oscar), por conseguir crear el ambiente perfecto, y el agua en calma para recibir a Elna, para mí el lugar idílico que siempre había soñado. Como siempre, incondicional a cualquier adversidad.

Gracias a la fotógrafa (Adiva), por conseguir capturar momentos mágicos e inolvidables del mejor día de mi vida. Una profesional en toda regla, una presencia que nos acompañó sigilosamente.

Gracias a mi familia, especialmente a mis padres y mi hermana, por confiar en mi, por apoyarme desde el amor más sincero y absoluto.

Gracias a mi pareja (Javi), porque sin él no hubiese sido capaz. Por regalarme las palabras justas y necesarias, por recordarme hasta la saciedad que soy fuerte y que puedo. Por confiar y creer en mí desde el minuto uno. Gracias, por ser el mejor papá del mundo para Elna.

Y, sobretodo, gracias a la protagonista de esta maravillosa experiencia. Gracias a ti, ELNA, por regalarme la oportunidad de gestar, parir y, ahora, criar. Por demostrarme que no hay barreras y que sí se puede. Tú has nacido y yo he nacido como madre, el mejor día de mi vida.

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