TU NACIMIENTO, EL NACIMIENTO DE MARTÍN
Parto Vaginal Después de Dos Cesáreas (PVD2C)
Hola, hijo.
Te voy a relatar la historia de tu nacimiento, que es una historia muy especial, para ti, para mí, y para el resto de la familia.
Para ponerte en situación, antes tengo que explicarte que tanto Andrea como Miguel, tus hermanos mayores, nacieron por cesáreas programadas. Andrea, por estar de nalgas, y Miguel, sólo por esos protocolos rígidos y obsoletos de los hospitales. Y por no estar yo informada como lo estoy ahora… Tardé como dos años en perdonarme mi falta de coraje para no acudir a la cesárea programada de tu hermano Miguel, ni evitarle estar sin su madre durante sus primeras horas de vida, esas que son tan críticas porque es cuando se establece el vínculo mutuo entre una madre y su cría…
Pero todas las experiencias son válidas para aprender y crecer en la vida. Como el nacimiento de tu otro hermano…
Sí, tu tercer hermano. “Habita”, le llamaba. Aunque cuando leas esto tú ya lo sabrás, tienes otro hermanito que no nació vivo, del que pocas veces se habla en casa, pero del que me acuerdo con cariño casi a diario. Se fue muy pronto, a las 11 semanas. Comencé a sangrar y sabía que se había ido… Fue una experiencia muy dura para toda la familia, sobre todo para mí. Habitó en mi cuerpo más tiempo muerto que vivo. Justo al día siguiente de tirar la toalla después de tanto como intenté, salió de mi cuerpo de forma espontánea, a los 3 meses y 8 días de comenzar a sangrar. Pero tu hermano, Habita, me enseñó mucho, y por eso también le debes mucho. Me enseñó a confiar en mi cuerpo. Me enseñó a escucharme a mí misma. Me enseñó a decir NO. Y me preparó para tu llegada. De hecho, estoy convencida de que tú estuviste todo ese tiempo cerca, esperando pacientemente a que yo estuviese preparada para ti. Habita fue mi primer “parto”, sin contracciones, silencioso, sin avisar… Pero mi cuerpo funcionó.
Y llegó tu momento. El 21 de noviembre de 2014, justo antes del concierto de DSR (Dios Salve a la Reina), al que habíamos ido tu padre y yo (y tú), me hice el test que confirmaba lo que ya sabía. ¡Qué momento más especial para tu padre y para mí! Después de la experiencia de Habita necesitaba pruebas de que estabas vivo, y nos hicimos una primera ecografía el 10 de diciembre. ¡¡Qué alivio al ver latir tu corazoncito!!
Así transcurrieron las primeras semanas de embarazo, con miedo a que te fueras también, perdida ya la inocencia, y sin ganas de contarle a nadie que estabas aquí. (De eso ya se encargaban tu padre y tus hermanos mayores, jeje).
El 3 de enero fue un día muy importante en nuestro embarazo. Le envié un mensaje a Inma Marcos, de Néixer a Casa, en Barcelona, para contarle nuestra situación y preguntarle si atendería nuestro parto. Y ese mismo día me contestó: “No encuentro motivo por el cual no pudieras parir perfectamente y estamos disponibles para atenderos en Barcelona.” Y tu padre me sorprendió diciendo que sí, que adelante, que a Barcelona de vacaciones los cuatro más tú.
El 9 ya lo teníamos todo hablado con Inma. ¡Menudo subidón y qué tranquilidad para el resto del embarazo! Y la verdad que tuve un embarazo bastante relajado. Incluso cuando el ginecólogo de la SS me contestó que “Aquí ni aunque llegues de parto avanzado. A no ser que esté ya asomando la cabeza, te mandamos directa a quirófano”. Desde luego que fue muy claro, pero ni Ley de Autonomía del Paciente, ni recomendaciones de la SEGO, ni ……., ni evidencia científica… ¡¡Cuánto falta aún por cambiar!!
Fueron pasando los meses, y en mayo nos escapamos tu padre y yo a Barcelona a conocer a esas estupendas mujeres que estarían con nosotros en nuestro parto: Inma, Roser y Laia. Faltaba Luci, que estaba de vacaciones. Me sentí tan tranquila, tan confiada con estas mujeres al lado… Te tocaban (nos tocaban) con tanto respeto y amor… Ellas sí que confiaban en nosotros, en el proceso natural del parir, como ha sido siempre durante miles de generaciones… Sin dejar de ser unas grandes profesionales y estar a la última en los datos científicos sobre el parto y su “manejo”. Eso era todo lo que yo necesitaba.
Tú estabas de nalgas en ese momento, y era una pequeña preocupación… Atrasé la ecografía de las 32 semanas una semana más, y en esos días, con un poco de ayuda de mi osteópata, que también supuso mucho apoyo para mi, te colocaste en posición. ¡Otro paso dado, mi niño sabio!
Se iban acercando las vacaciones… Teníamos planeado marchar a Barcelona el lunes 13 de julio… ¡Pero el viernes anterior (día 10) nos llevamos un buen susto! Empecé con contracciones y contracciones… ¡Llegaron a ser cada 2 minutos, aunque no dolorosas! Me veía cambiando de planes, pariendo o siendo cesareados en el hospital de Ponferrada (León)…
Cada vez más nerviosa, incapaz de preparar el equipaje por las contracciones… Al final, y gracias a algún truquillo de Inma, logramos relajarnos, hicimos las maletas rápido y nos fuimos a dormir, ya sin contracciones. Al día siguiente nos pusimos en camino hacia Huesca, a casa del tío Fran, con contracciones suaves cada 4 minutos, pero ya relajada sabiendo que ni siquiera era preparto. ¡Qué cosas!
Y el lunes por fin nos fuimos a Barcelona, al piso que alquilamos para recibirte. El martes, día 14, primera visita de las matronas a casa. “Aún parecen quedar dos semanas o más…”, dijo Inma. Así que a relajarnos, a hacer nuestro el barrio y el piso donde nacerías, ¡y a disfrutar de las vacaciones en familia!
Recuerdo cuando tus hermanos iban conociendo a las matronas. Qué tranquilidad, porque ellos también encajaron a la perfección con todas y se despedían de ellas con besos y abrazos después de cada visita.
La tercera semana allí ya se nos empezaba a hacer larga la espera… Tuvimos que buscar otro piso que alquilar por otros 6 días, porque en el que estábamos ya se nos agotaban los días (el domingo 9 de agosto lo teníamos que dejar). Eso fue el martes 4 de agosto. La fecha “improbable”, según mi regla era al día siguiente. Según las ecos, había sido entorno al 29 de julio…
Ya relajados otra vez por tener el asunto del piso resuelto… ¡y al día siguiente, 5 de agosto, por fin novedades! Por la mañana, al limpiarme, ¡comencé a ver restos del tapón mucoso! ¡Por fin! Sabía que podían quedar aún días, pero era la primera vez que llegaba hasta ahí, así que estaba emocionada. Al mediodía, mi hermano (como si lo hubiese adivinado, jajaja) me dice que se viene al día siguiente a Barcelona a hacer unas cosas, que si comemos juntos.
Esa tarde, como otras, nos fuimos a la playa. Pero yo me encontraba pletórica de energía, sintiendo que por fin llegaba el momento, y quise ir andando sola (50 minutos sólo). En la playa tuve alguna contracción un poquito más intensa, me parecía, aunque sin dolor. Algo me decía que mejor al día siguiente mi hermano se viniese a comer a casa, en vez de irnos de restaurante. A la vuelta, otra vez me volví andando, toda feliz.
Como tres contracciones sentí, cortitas y sin dolor. Pero a mí se me antojaban diferentes a las que había sentido hasta entonces. Ya en casa, afloró el síndrome del nido, y a limpiar me puse mientras papá preparaba la cena (otros días a esas alturas de la noche ya no podía con la vida…). Cenamos, y seguí limpiando por casa… Tus hermanos se acostaron. Y yo terminé como a las 12 con mis faenas…
Le dije a papá: “Vaya, esto parece que empieza a doler ya un poco… Me voy a la cama.” (“Aunque supongo que paren al dormir…” Pensé para mí). Les mandé un whatsapp a las matronas para informarlas. Me acosté, y ni pararon, ni me dormí, más por la emoción que por otra cosa, porque las contracciones sólo eran algo molestas aún. Controlaba la respiración y tú estabas muy activo, aunque creyendo que pararían por la mañana… Finalmente me dormí como de 5:30 a 7:00. Y cuando me desperté, ¡¡Yuju!! Ahí seguían las contracciones, intensas. Roser me preguntó que qué tal y ya le dije… ¡Aquí seguían! Entre las 10:00 y las 11:00 de la mañana tuve unas 10 contracciones, así que empecé a apuntar en un cuaderno la hora a la que venía cada contracción. Y cada 3 horas o así le mandaba foto a las matronas.
Llegó mi hermano a comer. Y durante toda la comida, cada vez que llegaba una contracción, me levantaba a resoplar al dormitorio, que es donde pasé casi toda la dilatación. Concentrarme en controlar las respiraciones durante las contracciones me ayudó mucho durante todo el parto. Aquí tu hermana, muy observadora como es, ya se daba cuenta de que faltaría poco para verte. Las contracciones ya estaban siendo poco a poco más intensas. Pero las disfrutaba cada una de ellas. Era divertido, yo levantándome cada… cada 5 minutos o así, y de vuelta a la mesa como si nada… Llevaba ¡9 años! esperando este momento.
Por la tarde tu tío había quedado con unos amigos, y le pedí a papá que se fuera también con tus hermanos a un “chiquipark” para quedarnos solos tú y yo trabajando a nuestro aire… Seguimos en el dormitorio, y seguía apuntando contracciones, que muy poco a poco iban aumentando, sobre todo en intensidad. Algún momento me puse música de Queen, para distraerme un poco, y medio a bailar apoyada en la pelota de pilates, porque la verdad que las contracciones ya dolían bastante, aunque seguía disfrutando de cada una.
Sobre las 18:00 mandé mi mensaje al foro “apoyocesáreas” para pedir nuestras velitas, velas que se encendieron por todo el mundo para iluminar nuestro encuentro. Me costaba concentrarme y me equivoqué al escribirlo… Tardaría como 15 minutos en conseguir enviar el mensaje… Pero durante ese tiempo pasamos de tener contracciones cada 4 minutos a estar 10 minutos sin ninguna. Y yo pensaba… “Jo, no me imagino esto en el hospital, teniendo que contestar preguntas, entrando extraños cada poco a hacer tactos… ¿Cuánto bajarían las contracciones así?”
A las 19:00 me entró sueño, así que me tumbé del todo a dormitar entre contracción y contracción, porque ya llevaba muchas horas casi sin dormir. A mí siempre me había parecido imposible poder dormir entre contracciones, como había oído a alguna compañera, pero sí que es posible, sí, jajaja. Así estuve una hora durante la cual en vez de apuntar los minutos de las contracciones sólo ponía una rayita.
A las 20:00 me espabilé y… ¡¡Llegó mi momento de bajón!! “Roser… ¡¡No sé si estoy dilatando!! ¡¡Se me están parando las contracciones!!” En el cuaderno se veía bien que pasábamos de tener 12 a la hora a otra vez 10… ¡Pero cómo dolían ya! Yo no quería seguir sintiendo ESTAS contracciones ni un día más… Rápidamente Roser reenvió mis mensajes al grupo y todas las matronas se pusieron a animarme: “Tira la libreta y relájate”; “Deja que fluya”,… “¿Quieres que pase por tu casa para tranquilizarte un momento?”
En este momento llegó papá con tus hermanos a casa. Le pedí que avisara al tío Fran para que les llevara a cenar por ahí, y así poder seguir a lo mío…
A las matronas las noté tan tranquilas y sin prisas, con confianza, que me dije: “pues será que esto es lo normal…” Pero yo, que seguía un poco preocupada por si estaría realmente dilatando o no, le pedí a papá que las avisara para venir alguna por casa sobre las 10 de la noche.
Llegó Luci. Me encontró en el baño, donde me había quedado a pasar alguna contracción. Nos saludamos con una sonrisa y me volví a la habitación. Ella asomó, y me pidió permiso para hacerme un tacto, y así poder valorar cómo iba la cosa… La verdad que me sorprendió, pues ellas no suelen hacer tactos… Días después me explicó que la tenía un poco desconcertada, no sé si por mi actitud, que no sabía bien en qué fase del parto estábamos. Así que me hizo el tacto, y al comenzar una nueva contracción… ¡qué dolor sentí! Y de nuevo… “Uffff… no me imagino esto en un hospital, con tactos cada poco…”
“¡Pero si estás de 7-8 cm!” ¡¡Qué alegría!! ¡Y qué alivio! ¡Sí estaba dilatando, vaya si estaba! Ya iba faltando poco para conocernos cara a cara.
Papá preguntó cuánto podía faltar… “Pues a lo largo de la noche o la mañana…” “¡Ay, no! ¡Que yo esto no lo aguanto hasta la mañana!” Me quedé pensando… Jajaja. “¿Quieres la piscina?” “¡¡Sí!!” Así que Luci avisó a Roser, que llegó sobre las 11:00, al mismo tiempo que tus hermanos y el tío Fran, que la ayudó a subir las cosas. Aquí yo ya no sabía qué pasaba en casa. Entre todos prepararon la piscina y todo lo demás, aunque yo no me enteraba de mucho…
Seguía aislada contigo en el dormitorio. A menudo llegaba Luci, auscultaba tu latido y todo perfecto, y me masajeaba la espalda, y también papá… Cuando la piscina estuvo lista entró en el dormitorio papá y me avisó: “La piscina ya está lista; cuando quieras puedes ir…” (Yo mandaba, era la “reina”, jeje).
Me fui al salón y en una contracción un poco desconcentrada y más dolorosa me entraron ganas de vomitar… uffff…. Ya me dijo Luci: “Igual te vendría bien meterte en la piscina…” Así, terminé de desnudarme y me metí hasta los hombros. ¡Qué gusto! ¡Qué relajación sentí al instante en todo el cuerpo! Por supuesto, las contracciones seguían doliendo, pero el cuerpo se me relajaba mejor entre contracciones, y también la piscina me ayudó a concentrarme mejor.
Media hora de contracciones juntos, “solos”, en el agua, yo canturreándote algo en voz bajita, meciéndome un poquito… Sin pensar en nada, sólo dejando el tiempo pasar mientras nuestros cuerpos trabajaban en perfecto equipo, sincronizados…
De repente… “¡¡¡TENGO GANAS DE EMPUJAR!!!”
Roser: “Eso era lo que estamos todos esperando.” Sí, claro, claro, ¡pero yo no estaba preparada para esto! Qué dolor, qué sensación tan potente e incontrolable. Como lo definió muy bien después Roser, era como cuando sientes náuseas y vomitas, ese impulso que no se puede controlar de ninguna manera, que parece que se te van a salir las entrañas (y en realidad es así…). Algo así es lo que sentía yo, ¡pero multiplicado al menos por 20!
Así fue nuestro expulsivo, como 30 minutos tan sólo, con contracciones cada 3 minutos, o sea que en unos 10 empujones llegaste a mis brazos, pero se me hicieron eteeeeernossss, jajaja. Hubo algunos momentos hasta cómicos, y si no fuese por el dolor y la expectación de estar viviendo algo tan GRANDE y nuevo, hasta me habría reído a carcajadas:
“¿Falta mucho?”
Roser, con su voz dulce: “Míralo tú mismo; hazte tú un tacto…” “¡¡No!! ¡Todavía falta así!” Respondí levantando la mano con el dedo corazón extendido. Y cuando me doy cuenta del gesto, me río por dentro…
“¿Estáis grabando esto?” (Porque no lo pienso volver a repetir, pensaba, jajaja). “¡¡Y mi abuela que tuvo 7!!” “¡Que pare yaaaa!”
Roser: “Sí, estás pariendo, y muy bien, además.”Y gritaba en cada contracción. Gritaba tanto, tanto, como en mi vida, que estaba convencida de que aparecería la policía. Eso, o el vecino de abajo… Agosto, en plena ola de calor, en Barcelona… con las ventanas abiertas de par en par, que daban a la calle…Tu padre dice que no gritaba, que más bien era como el aullido de una gran felina… pero tú me oías bien, yo creo que no lo dice en serio, ¿eh?
Un momento muy tierno también fue cuando tu hermana se acercó a mi cara y me daba ánimos: “Mamá, tranquila, que estás haciendo un gran esfuerzo para abrir el agujero así. (Señalaba con las manos). Pero merece la pena el resultado.” Qué gran doula fue. Para tu hermano Miguel en cambio no fue tan agradable… Convertirse en hermano mayor de repente así, le resultó un poco duro…
Y en todo momento iba sintiéndote, cómo te movías, cómo girabas, cómo te ibas abriendo camino a la vida…Con las últimas contracciones asomaba tu cabeza y volvía a esconderse… Penúltima contracción, y asomaste tu cabecita hasta por debajo del labio inferior. Así te quedaste como 3 minutos. Te toqué el pelito. Tenías mucho, ondeaba bajo el agua, y se sentía como… mucoso… Se acerca la última contracción, yo lo sé: “Vamos allá”. Cojo aire, y empuuuuuujo. ¡Y sales disparado hacia delante, como una trucha, resbaladizo! Te recojo rápido del agua, yo sola, tu madre, (las matronas ni te vieron salir con la sangre que teñía el agua) te llevo a mi pecho, no aparto mi mirada de ti y me enamoro de ti al momento: “Mi niño, mi niño…” “¡GRACIAS!, ¡GRACIAS!” Le digo a Roser y a Luci. Y ahora que estoy escribiendo, y ahora que leéis, y siempre, ¡GRACIAS, MIL GRACIAS!
01:04 A.M. del viernes 7 de agosto de 2015 (por cierto, 4 semanas más tarde de cuando pretendían sacarte).
El resto de la familia nos rodeó, tu hermano Miguel con mucha curiosidad. Yo seguía mirándote, echándote agua por encima de la cabecita para que no te enfriaras. Tenías un olor especial. Todo olía especial. Tu carita me parecía tranquila, con los ojitos apenas abiertos, como si no fueras del todo consciente del hecho tan importante que acababas de vivir. Salimos del agua, tú ya fuera de mí, y me ayudaron a tumbarme en el sofá. El cordón aún latía un poco, así que esperamos más.
Poquito después Roser me pregunta si ya siento contracciones para alumbrar la placenta. “Pues… ya no sé ni lo que siento”. “¿Quieres empujar un poco a ver si sale la placenta? Yo te ayudo.” En fin, habrá que hacerlo, pienso yo, perezosa. Pero la verdad es que salió sin mayor problema, se escurrió fuera rápido y sin ningún dolor. Y me la enseñaron. A la tercera y por fin veo lo que es una placenta, nuestra placenta. Me asombra lo grande que es. Está intacta. Y lo siguiente, cortar el cordón (sí, después de alumbrar la placenta, sí; fijo que ya no latía, jajaja). Le dije a tu hermano que lo cortara él, pero estaba muy duro así que le ayudó papá.
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Y comenzaste tímidamente a mamar… Aunque enseguida le pillaste el truco. Poco después te paso a papá para que te coja y os vayáis conociendo. Y también te coge tu hermana, que se le da genial. Mientras me voy con las matronas al dormitorio, que tiene más luz, para revisarme y coserme: sólo dos puntos exteriores y algún rasguño, (con 4 kilos y cuarto de Martín).
De nuevo vuelves a mi lado, y ahí ya te quedaste, en la cama conmigo. Así es como naciste, Martín, sin prisas, rodeado de amor, de tu familia, y con el máximo respeto posible. Personalmente para mí fue la experiencia más extraordinaria y bella de mi vida. Y al mismo tiempo también la más dolorosa, tengo que decirlo. Pero realmente volvería a pasar por ella decenas de veces más.
Ésta es tu historia, Martín. Sé que no te importa que la comparta, mi pequeño rebelde pacífico, para demostrar que es posible otro concepto de recibir a la vida a las personas. De algún modo has venido a poner tu granito de paz a este mundo de locos, en donde incluso a los no natos ya se les viene metiendo prisa, y parece que las mujeres ya no somos capaces de parir por nosotras mismas…
Susana González Gesto